Cierro los ojos: ¡estás!
Abro los ojos: ¡te vas!
Cierro los ojos: ¡me ves!
Me escuchas, me acaricias, me rompes
el tedio,
me sacias la sed
de todos mis desiertos
Abro los ojos: ¡no estás!
Y me duele el frío, el dolor, el silencio,
la noche me hiere,
me azota el helado aire de la ausencia
y no estás.
Cierro los ojos: ¡me sientes!
Y te siento, huelo tu aire, me dejas tu voz,
me invades el reloj,
huye el insomnio despavorido
y solo deseo un sueño de mil años.
Abro los ojos: ¡te vas!
Y el alma entera se va,
la ardiente herida supura como un volcán,
cruza el aire la fe,
me abandona, se pierde aprisa
y se va.
La penumbra se trenza, se teje a la luz
que se diluye
junto a la lluvia de los ojos
y el silencio se traga una a una
todas las voces que llevan su nombre.
Cierro los ojos y surgen las alegres mariposas
de tus manos,
con el suave brillo del alba
para mi desértico sueño,
acabando con todos mis pesares.
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Autor:
Matias 01 (
Offline)
- Publicado: 29 de marzo de 2025 a las 08:31
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 6
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR
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