Del barro soy, y al barro he de volver,
no como castigo, sino como alivio.
Viví como un huésped, con alma de invierno,
sin saber si era sueño, condena o delirio.
Tallé mil estatuas con manos desnudas,
infundí mi aliento en formas ajenas.
Y al darme completo a causas tan mudas,
quedé sin reflejo, ahogado en mis penas.
Hoy ando sin prisa, sin fe ni consuelo,
no por derrota, sino por hastío.
He visto sonrisas teñidas de hielo
y palabras muertas flotando en vacío.
¿Será el Señor piadoso con mi arcilla?
¿Tendrá compasión del que cae y se arrastra?
Yo fui una chispa envuelta en neblina,
una luz que ardía, pero nunca bastaba.
Mi madre forjó en mí un alma templada,
con rezos, silencios y gestos sinceros.
Mas nací en la hora más equivocada,
donde el bien se extingue entre rostros de hierro.
Y si la muerte viene, que venga en descanso,
no con frío juicio ni voz que reprime.
Que mande a su ángel y me tome del brazo,
dejando mi huella tan pequeña y sublime.
-
Autor:
Billy (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 29 de marzo de 2025 a las 19:07
- Comentario del autor sobre el poema: El poema recuerda la fragilidad del ser humano, pero no con derrota, sino con dignidad. Aceptas tu origen, y también el final, como parte de un ciclo natural y divino.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.