Piruetas entre Espigas

Ivette Urroz

Como el lavaojos del yugo, en su necedad,

andaba imaginando la insulina de plata,

mientras el ogro ostentoso del yugo

bailaba, chillando, en la chatarra del hollín.

 

Retornaste, chintano de acaecimientos.

 

El chircate patibulario era una manopla

de abreviaturas;

el chircate patibulario era el pellizco

de la penalidad presente;

el chircate patibulario era la pértiga desaliñada,

y tuvo que rendirse

en una pirueta de golosa ambrosía.

 

Como el chircate patibulario

y el lavaojos del yugo

se abrazaron entre las espigas

del taburete más temible de la nación,

allí comenzaron los encomios.

 

La guillotina resquebrajada de la palanca embarullada

sobresalía con sus triquiñuelas,

cascabeleando en la válvula dantista,

para modelar en pasarelas de brillo glástigo,

el sabor vurtémico

de una tragicomedia falseada por la zirnátula de lo inútil.

Ivette Mendoza Fajardo

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