Súplica

MIGUEL CARLOS VILLAR

 

 

Súplica

 

 

 

En la enorme sala de los ecos perdidos,

un diluvio de pupilas negras,

vuelcan cataratas de lágrimas

sobre una mesa desnuda.

Un río de silenciosa pena se precipita

en un torrente de suspiros,

mientras luciérnagas, guardianas de secretos,

tejen un velo de misterio

con hilos de tiempo y olvido.

 

El poeta,

prisionero de un amor que se desvanece

en mudos ecos, anhela la libertad

cual enjaulado pájaro,

en un cielo de espejos rotos.

 

Un rayo de luz otoñal,

como susurro de lo que pudo ser,

se desliza sobre el papel virgen.

Las palabras brotan, como flores en la noche,

y los versos salpican los aires con sueños.

 

¡Acógeme en tu seno!

¡Haz que nuestros corazones palpiten al unísono!

 

El eco de la súplica resuena en la sala,

un grito de esperanza, mientras las luciérnagas,

ahora testigos mudos, observan el milagro.

 

El poeta,

liberado de su prisión,

vuela hacia el amor eterno,

donde…

los relojes pierden sus manecillas.

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