ACOMPÁÑAME EN MI AUSENCIA

El Corbán



Acompáñame, sí, mas no respires,

no turbes el silencio que venero;

tu sombra basta, tu eco es lo que quiero,

y que tus pasos suenen... si no vienes.

 

Quédate lejos, pero inmutable y cierta,

como el fantasma fiel de mis delirios,

como un candil que arde en cementerios

de amores que fingieron ser alerta.

 

No te acerques, que temo la evidencia,

prefiero el mito de tu abrigo etéreo,

esa versión de ti que, aunque hemisferio

distante, me acompaña en penitencia.

 

Tu ausencia es mi más grata compañía,

tu nombre, mi blasón, mi juramento,

y aunque no vengas —¡gracias por el intento!—,

yo te presiento hasta en la apatía.

 

Eres mi todo, incluso si no existes,

mi bien, mi mal, mi cruz, mi redención;

¡qué fácil es amarte sin presión!

Tu amor... sin ti... ¡es más que lo que fuiste!

 

No te preocupes si no estás presente,

que igual te invento cada madrugada,

y aunque, no eres mejor cuando no dices nada

porque  habitas, muda, el pozo de mi mente.

 

Mas en esta quimera de locura,

donde el dolor es ley y es residencia,

necesito tu cuerpo, tu presencia,

para arrancar esta soledad tan dura.

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