Novela Corta: Clandestino Amor
Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez Sánchez
Seudónimo: EMYZAG
Comenzada: 5 - 7 de abril de 2025…
Publicada: 7 de abril de 2025…
Terminada: 7 de abril de 2025…
Editada: 7 de abril de 2025…
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7050 Palabras 10 Páginas
~ * ~Sinopsis:
~ * ~Anila del Rosal soy yo, y soy una mujer que tiene un pasado muy oscuro cuando amé a Juan del Nido, un hombre y siendo un clandestino amor sólo me dejó un niño cuando mi esposo no sabe que ése niño no es de él…
Sucesos:
- Anila del Rosal conoce a Juan del Nido…
- Anila del Rosal posee un jardín lleno de rosas muy hermosas…
- Anila del Rosal queda embarazada de Juan del Nido…
- Anila del Rosal está casada con Esteban del Horro…
- Anila del Rosal recuerda en una noche impetuosa a su clandestino amor…
- Anila del Rosal esconde la verdad de que ése hijo es de Juan del Nido…
- Anila del Rosal acude al jardín de rosas para llorar su pena…
- Anila del Rosal hiere a su alma con las espinas de rosas…
- El clandestino amor se fue de la vida de Anila del Rosal y transcurren diez años desde que no lo ve…
- Anila del Rosal se reencuentra con su clandestino amor, se divorcia de Esteban del Horro y se queda con Juan del Nido…
Soy Anila del Rosal y soy una mujer joven que tan sólo quiso hallar el amor en su corazón. Mi vida tan sólo fue una amarga espera de esperar lo más inesperado del tiempo, del amor y más del corazón enamorado: un clandestino amor. Mi vida fue tan sólo una abertura hacia la magia del destino y más hacia el clandestino amor que por consiguiente me enamoré y más nunca supe qué hacer. Soy Anila del Rosal, una mujer que tuvo veinte años de edad, por la cual, me enamoré indebidamente de un solo hombre, el cual, me dejó lo más preciado del mundo: un hijo amado. Mi vida quedó en la más amarga soledad porque cuando me dejó sola, embarazada y con un hijo por llegar sólo quise morir. A éste hombre y siendo mi clandestino amor, lo conocí en una tarde de verano cuando el sol apenas salía cuando en mi hogar emplean a un jardinero para el jardín de rosas. Mi vida fue tan mágica, resplandeciente, y muy cálida cuando al conocer a éste joven de nombre Juan del Nido me abrió el apetito del amor en el corazón. Mi vida quedó en el jardín de rosas calmando a la vida y más que eso a la insistente corazonada de creer en el amor como todo dolor que nos da el amor por haber amado a un clandestino amor. Mi solo corazón ardió de emoción, de ilusión, de pasión ardiente y con un latido muy fuerte se enamoró de un buen hombre, pero, clandestino en el amor llamado el jardinero Juan del Nido. Mi vida como mi nombre Anila del Rosal quedó todo el amor en un rosal lleno del jardín de mi propio corazón rosas y espinas dejando saber que las rosas poseen espinas y que hieren en el alma cuando se ama en verdad. Yo nunca supe por qué el amor se fue de mi vida dejando un clandestino amor en el corazón, en el camino y, más, en un frío destino, el cual, irrumpió en haber dejado una espina en el latir de mi corazón. Mi vida quedó como un tiempo, como una osadía de principio a fin debatiendo la espera inesperada por haber hallado al amor. La vida de Juan del Nido fue siempre ser un jardinero de rosas y en mi hogar se necesitó su labor prescindible y, más, poder cultivar y cosechar a esas rosa que yo les llamé clandestino rosal donde mi vida y yo quedamos petrificadas, sembradas y ocultadas como las más bellas rosas cuando en el rosal conocí al hombre de mi vida, amé al hombre de mi vida y quedó mi vida como una espina en el corazón. Mi vida quedó fulgurantemente y en un tórrido amor, el cual, fue un amor pasajero, clandestino amor como un relámpago de luz, pero, apagó toda mi luz al marcharse lejos de mi vida cuando mis padres no quisieron que yo entregara mi corazón a ése hombre llamado Juan del Nido y que es un eterno jardinero del jardín del rosal de mi hogar. Mi vida quedó al acecho, a la devastación, a la desavenencia y al altercado frío y tan friolento como esas espinas dentro de mi corazón. El rosal lleno de rosas quedó por siempre grabado en mi mente y en mi memoria cuando por primera vez amé al hombre de mi vida llamado Juan del Nido queriendo con todos esos aquellos olores a rosas, sí, en el jardín de rosas quedó mi alma y mi corazón arraigados y adheridos a ese jardín de rosas. Mi vida como comenzó por querer y amar a Juan del Nido terminó en lo más terrible de una bonita relación entre Juan del Nido y yo. Mi vida quedó adherida a ese corazón amando como nunca antes a nadie, sucumbiendo y zozobrando en un tiempo en que el amor fue primordial, pero, ahora sólo quedó el más vil de los recuerdos cuando una tarde de verano conocí a Juan del Nido cultivando y cosechando unas rosas en el jardín del rosal donde las rosas son lo primordial de todo un jardín lleno de rosas intactas y con espinas hiriendo más a la vida. Mi vida fue de tiempo y destiempo cuando, al fin y al cabo, quedé como esas espinas llenas de rosas queriendo herir a la vida y mortificando más al corazón. Mi vida fue de tiempo y destiempo cuando se llenó de espinas y no de rosas cuando Juan del Nido se fue lejos de mi vida dejando un frío altercado como esas espinas en el corazón.
El jardín de rosas elaborado con rosas en el hogar donde resido fue un jardín cultivado por el jardinero de mi hogar Juan del Nido. En un día quise olfatear el olor, la fragancia y el aroma de esas rosas maravillosas, majestuosas y resplandecientes que atomizan mi nariz buscando siempre su buen aroma. Ese día quise olfatear una rosa y quedé encantada, majestuosa y muy acelerado mi corazón cuando vi al hombre que amaba en el jardín de rosas en mi hogar. Ese día coincidimos los dos en un trance casi perfecto cuando en el jardín quedó el aroma a rosas intactas en mi sola nariz deseando ver el cielo, el infierno, la vida y el corazón mismo. El hombre que yo amaba se encontraba allí en el jardín de rosas con las fragancias a rosas y con espinas que hieren más el alma y el corazón. Mi vida quedó aferrada a ése único amor cuando en el imperio de mis propios ojos se adhieren a sus ojos como imán y nos quisimos y nos amamos de ese primer día en que nos conocimos en el jardín de mi hogar, sí, en el jardín del rosal. Mi vida quedó como un suburbio automatizando la espera inesperada de creer que el mundo acaba como un eterno amor que me dio el alma y el amor de Juan del Nido. Y todo fue porque Juan del Nido y yo nos amamos a pulmón abierto, a corazón abierto y con un desenfreno total. Juan del Nido y yo nos amamos, nos besamos dejando caer entre nuestros labios la pureza intacta de un amor con aroma a rosas. El rosal estaba lleno de rosas prendidas en verano demostrando que la fragancia lo es todo buscando el perfecto momento para llegar a amar con perfección, con ilusión, emoción y con corazón abierto y nos amamos como nunca antes demostrando que se puede amar con el corazón en las manos. Mi vida fue de tiempo, espacio y de muy arraigado momento cuando nos desnudamos en ese jardín de rosas lleno de rosas para poder amar libremente con la fragancia que atomiza los sentidos y más el olfato. Aquel día de verano me desnudé ante un caballero amando como nunca después de dos semanas de relación y quise ser feliz, pero, la insistencia, mis padres, el momento, el lugar si yo comprendí que el amor no está para una cuando más lo necesita el corazón. Mi vida quedó vacía, pero, llena en el vientre dejando una huella intacta, un legado, una estirpe, una herencia, una semilla que desnudó todo el amor en mí cuando nos amamos como nunca antes. Mi vida comenzó a fallar y a fracasar en el intento de volver a amar cuando en el corazón no se manda sino que amaba a ése hombre llamado Juan del Nido cuando en el momento se entrelazó lo que era corazón con corazón, amor con amor y pasión con pasión. Esa tarde de verano y aquel día desnudé el alma y más el corazón para amar al hombre que quería mi corazón cuando de repente vi el tormento, la tempestad, la furia en destrucción total que el amor acabaría muy pronto porque esa relación no podía ser más de lo que fue automatizando la espera inesperada de haber llegado el amor a mi vida. El dolor me corrió por las venas como un alcohol embriagante y efervescente que quema hasta las entrañas más rojizas de ese atardecer hermoso. Mi vida quedó embriagantemente apasionada, dulcemente como la miel e ilusionada a expensas del mismo amor que sintió mi corazón por amar a ése hombre llamado Juan del Nido. Juan del Nido se fue de mi vida, después de esa tarde embriagante de sol, de pasión, de amor incrustado en el corazón demostrando que sí se puede amar, que sí existe el verdadero amor y que la pasión es verdadera, con certeza e impoluta pureza del alma y del corazón. Yo amé y me amó Juan del Nido en esa tarde de verano cuando en el momento me entristecí por todo el amor derramado, embriagado, demostrado y cultivado como aquellas rosas en el jardín de rosas.
Juan del Nido se fue de mi vida en esa misma tarde como un relámpago de luz, como una tempestad en destrucción y yo quedé como ojo de un huracán en silencio, pensativa, con una corazonada devastada y muy conciente de saber que Juan del Nido se fue de mi vida. Mi vida acabó como termina una rosa marchita, desolada, deshojada y con pétalos marchitos en un suelo por donde se hace alfombra con sus pétalos hermosos de aroma y llenos de color rojo. Mi vida quedó adolorida, insípida, malherida y muy infeliz. Mi vida quedó como esas rosas en otoño, marchitas y deshojadas dejando en el suelo una estela de alfombra como lo más hermoso pintado de color rojo y eran los pétalos de esas rosas en el jardín de rosas que habían marchitado en el equinoccio de otoño. Juan del Nido quedó cosechando esas rosas clandestinas como nuestro clandestino amor sembrando y cultivando a unas rosas tan hermosas como era y fue nuestro amor. Yo, por mi parte, quedé embarazada de ese amor puro, intacto, impoluto y tan limpio como la verdad, pero, me dejó sola en la vida con el corazón destrozado, la mirada en el firmamento y el alma en un hilo sin pender a mi corazón de un sólo cruel destino. Mi vida quedó a la intemperie, en la barbarie y en la única redención de un sólo amor y era el amor a mi propio primogénito cuando, al fin y al cabo, mi amor ha llenado el vacío con ésa criatura que desea nacer. Yo me casé por casualidades de la vida con Esteban del Horro, un buen hombre, el cual, nunca se mereció mi engaño, el daño que le hice con mentir que mi hijo era hijo de Esteban del Horro. Esteban del Horro nunca se dio cuenta que no era su hijo porque nos casamos enseguida, pero, yo ya tenía un mes de gestación, siendo éste hijo de Juan del Nido. Mi vida comenzó a mentir, a engañar y a sentir dolor en el alma y en el corazón por haber engañado a un hombre buen mozo y un buen hombre que quedó arraigado cuando se casó conmigo en la santa iglesia del pueblo. Yo, Anila del Rosal nunca me perdonaré que le mentí a un buen hombre en la revelación de mi hijo cuando no era su propio hijo. Mi vida quedó a la intemperie, a la única barbarie que cometí fue engañar a mi propio marido con un hijo que no era suyo sino de Juan del Nido. Mi vida quedó como un tormento, como una tempestad y con una libertad en el horro por haberme casado con Esteban del Horro. Mi vida quedó vacía, sin sonrisa en los labios ni felicidad en mi vida y sin motivo alguno de volver a vivir más que tener la vida de mi hijo y poder parir con toda libertad el hijo de Juan del Nido. Transcurren nueve meses después de todo lo sucedido cuando amé y me amó Juan del Nido entre aquellas rosas del jardín de rosas en mi hogar. Mi vida fue de ahí, en adelante, amarga, insípida, sosa y muy deprimentemente abatida. La rosa para mí es una rosa llena de fragancia, de aromas naturales y de frescura. Yo me siento todas las tardes en el atardecer del jardín de rosas a tener en el olfato la fragancia de esas rosas que lograron en mí llevar toda una vida cultivando y sembrando rosas en el jardín de rosas. Mi vida fue trascendental, conmísera y en una eterna redención caí sobre mis propias rodillas esperando a lo inesperado por tener entre mis brazos a ése hijo de Juan del Nido. Nadie sospechó que ése hijo era de Juan del Nido y no de Esteban del Horro y quedó todo claro, limpio y sin engaño alguno. Mi hijo nació un día con esplendor en primavera cuando quise cosechar y cultivar rosas en el jardín de rosas. Los dolores de parto llegaron y tuve que ir al hospital a parir a mi hijo. Mi hijo fue lo más bello que pude tener entre mis brazos y en mis ojos los ojos del producto del amor que floreció como esas rosas en el jardín de rosas cuando cultivé y coseché por haber amado a Juan del Nido con todo el amor y por haber parido a éste hijo.
Mi vida fue, a partir de ese momento, calladamente feliz porque tenía al producto del amor entre mis brazos al hijo de mi primer amor Juan del Nido. Mi matrimonio con Esteban del Horro fue un matrimonio bueno, dador de amor, pasión y calor en mi hogar, pero, nunca con la vehemencia del amor de Juan del Nido. El amor entre Esteban del Horro y mi amor soslayó en pena y dolor y sufrimiento y en la amarga amargura de caer en la rutina sin poder solucionar el problema. Mi vida fue una vida impetuosa, amargada, adolorida, callada en el más vil de los trances imperfectos de haber vivido una vida de fantasía cuando el tiempo y mi vida quedó en una sonrisa falsa. Mi casamiento con Estaben del Horro fue una boda pomposa, presuntuosa y opulenta cuando yo solamente quería salir gritando, desnudar el silencio y desvestir el alma con aquel traje de novia cuando sólo quería quedar desnuda de sentimiento y salir corriendo por extrañar al verdadero amor. Mi vida quedó completamente destruida por casarme con un hombre, el cual, nunca amé sosteniendo una relación infelizmente cuando quise y amé a Juan del Nido. Mi vida comenzó a despilfarrar dolor, sentimiento, sufrimiento y un dolor mal inconsecuente de tener en mis brazos el producto del amor, pero, junto al hombre equivocado. Me casé con Esteban del Horro, pero, fue un matrimonio de fantasía, una irrealidad vívida y con un dolor temeroso a vivir. Me casé por dolor, para que mi hijo tuviera un padre, por el qué dirán de la sociedad y qué dirán mis padres. Mi vida no ha terminado, en fin, cuando el engaño ha destruido barreras, fronteras, murallas y mi vida ha quedado en soledad, pero, calladamente soy feliz porque tengo el hijo de mi primer amor Juan del Nido. Mi vida fue dura y empáticamente sufrida cuando el dolor llegó a irrumpir mi corazón de llanto, pena y dolor porque no era feliz con un hombre, el cual, me casé, pero, que no amé. Mi corazón jamás volvió a amar cuando no hallé al verdadero amor como aquel amor entre Juan del Nido y yo. Yo, Anila del Rosal quedé petrificada en ese jardín de rosas cuando el alma y el corazón amaron como nunca antes en ese rosal cuando acechó el amor a mi corazón amando como nunca antes a ningún otro amor. Mi vida fue irrumpir en un cruel y un frío destino cuando en el tiempo, el dolor y la amargura fueron lo primordial en mi vida. Mi vida se cansó de dar y ofrecer amor, un amor vacío, de fantasía e irrealidad cuando mi solo amor era todo para Juan del Nido. Mi vida fue trascendental, dolorosa siendo un casamiento casi forzoso cuando por dar un padre a mi hijo me casé enseguida con Esteban del Horro. Mi vida fue intransigente, indeleble y muy abatida cuando, por fin, no se detiene el amor en mi solo corazón por amar a mi único hijo producto del amor entre Juan del Nido y yo. Mi matrimonio fue una mentira social, un dolor inconsecuente y quedó mi alma y mi corazón adherido siempre al corazón y al alma de Juan del Nido. Yo amé a Esteban del Horro, pero, en mis pensamientos sólo estuvo el corazón y el amor entre aquellas rosas de aquel rosal amándonos Juan del Nido y yo. Mi matrimonio fue una falsa, un marfuz lleno de mentiras ingratas, un engaño solventando siempre la mentira y un amor sin amor queriendo siempre sentir el dolor consecuente de un intransigente calor matrimonial. La vida matrimonial entre Esteban del Horro y yo, sólo, quedó en un sentimiento inocuo, pero, muy indeleble cuando se petrificó la espera inesperada de que el amor llegara a amar con todo el amor del mundo. Mi vida fue arraigada a un santo matrimonio con falacia, falsedad sin certeza de un impoluto y verdadero amor, pero, me conformé con tal que mi único hijo tuviera un padre y ése fue Esteban del Horro.
Juan del Nido me abandonó y se fue lejos de mi alma y de mi corazón aquella tarde de verano con el sol a cuestas y el sol curtido por un sol de mayo. Juan del Nido se fue dejando rosas por cosechar y cultivar en aquel jardín de rosas y se olvidó de la rosa más inmensa que puede existir en el corazón y fue el puro amor que existió entre él y yo. La noche era impetuosa. La noche corría en el mes de invierno y yo sentada de frente al jardín de rosas recordando cada rosa de aquel jardín de rosas cuando nos amamos pulso a pulso, gota a gota de una pasión indeleble, vehemente e inolvidable. Si yo recordé en esa noche de invierno que el tiempo transcurre como el adiós eterno de Juan del Nido. Ahora era una noche impetuosa de invierno cuando, apenas, asomaba mis recuerdos entre aquel rosal de rosas en el jardín de mi hogar, vi y observé que las rosas están marchitas porque no era primavera sino invierno y recordé que el amor también marchitó entre Juan del Nido y yo que aunque sea invierno marchitó desde el equinoccio de un verano donde en el jardín de rosas nos amamos una vez. Juan del Nido fue y siempre será mi clandestino amor, un amor para la historia sin poder caducar la era, sin poder olvidar esos bellos momentos recordando siempre el dolor que dejó el amor porque Juan del Nido era mi único y verdadero amor. Juan del Nido se fue lejos sin esperar ni tan siquiera escuchar un lindo te amo de mis labios llenos de amor. Yo, Anila del Rosal quedé por siempre amando a un sólo hombre en mi vida cuando en mis solos sentidos amé a un hombre de nombre Juan del Nido. Aquel clandestino amor entre él y yo, quedó por siempre grabado en mi mente y en mi memoria deseando oscurecer con llanto y dolor toda pena de un sólo amor como lo fue Juan del Nido en mi solo corazón. La noche estuvo impetuosa, clandestina, sosegada y muy templada cuando en el tiempo y más en esa noche quedó mis recuerdos en el tintero cuando recordé cada caricia, cada beso, y cada palabra que se dijo cuando nos amamos en ese jardín llenos de rosas sin ser clandestinas cuando en el alma y más en el corazón se vio y se sintió como la suave locura de amar a cuestas del solo corazón. Yo, Anila del Rosal amé sin medir consecuencias ni pasiones ingratas cuando sentí el coraje del corazón amando sin medir opciones, sin bifurcar pensamientos ni separa corazones cuando en el tiempo y más en el ocaso inerte de aquel verano al amar a Juan del Nido quise, sólo, irrumpir en un deseo y fue amar como nunca a un hombre, a mi primer hombre. Yo, Anila del Rosal quedé observando a ese rosal que tenía de frente a mis ojos irrumpiendo en un bonito recuerdo y esperando a que Juan del Nido regrese a mis brazos y amando como nunca antes de ser devorada por la fría y maldita verdad que me persigue desde hace cinco años cuando se fue Juan del Nido dejándome embarazada de un niño que hoy tiene la existencia de cinco años. Yo, sólo, le pido a éstas rosas que tengo de frente que vivan, que prendan como rosas y que no marchiten jamás como mi solo amor hacia Juan del Nido. Mi vida comienza a desfallecer cuando el tiempo y más transcurriendo invierno hasta llegar a primavera lleno de rosas sin ser clandestinas y esperando a que sólo el amor regrese a mis brazos, otra vez. Éste jardín lleno de rosas, sólo, me recuerda cuando amé verdaderamente al amor de mi vida sucumbiendo en un momento tan intransigente cuando sólo quise amar verdaderamente. Mi vida y queda jurado que éste hijo es de Juan del Nido y que lo amo al igual que amo a su padre, éstas rosas lo retratan, lo graban y lo petrifican en la fragancia, en el aroma y hasta en su dulce olor que poseen las rosas cuando nos amamos en éste lindo jardín de rosas.
Esteban del Horro, en una noche impetuosa, indaga y me riposta acerca de nuestro hijo. Esteban del Horro me preguntó que si ése hijo era su hijo legítimo. Yo quedé muda, estupefacta, atónita, fría y quise morir en el instante, pero, los nervios casi me traicionan y quise expresar toda la verdad, pero, el alma y el corazón, pulso a pulso, gota a gota y con una pasión indeleble casi pierdo los estribos. La vida me atormentó lo que encrudece de mal tiempo y de un sosiego constante cuando quise expresar la verdad, pero, algo me detuvo, me contuvo y algo trascendental me dio la vida como yo le di la vida a mi primer hijo. Mi vida fue atormentada, destrozada, abatida, adolorida e insípida cuando quise ver al jardín de rosas lleno de rosas y que llegara primavera para que fuera feliz con mi amor verdadero llamado Juan del Nido, pero, la pregunta estuvo en desacuerdo y yo quede fría, álgida y tan gélida como el hielo cuando Esteban del Horro dudó de mi estado embarazoso por dar un hijo a ése hombre porque él me dijo que los números de gestación y el día de la boda no concuerdan. Y, eso es todo porque el nacimiento del niño fue a un mes antes de cumplir los nueve meses de matrimonio entre Esteban del Horro y yo. Mi vida sucumbió en un percance de dolor, pena y sufrimiento cuando Esteban del Horro preguntó e indagó acerca de que si ése hijo era de él. Esteban del Horro me preguntó dos veces, dos veces me quedé helada y él me dijo que siempre ha quedado callado. Mi vida siempre esperó a esa pregunta, aunque, no la esperaba en ese momento cuando, apenas, sospeché que algún día y es hoy después de cinco años de existencia de nuestro hijo que me pregunta tal situación. Las dudas de Esteban del Horro cambiaron de percepción mi vida, cambiaron de momento los latidos de mi corazón y fríamente caí en un tiempo sin redención cuando, apenas, pude sostener mis piernas en el suelo temblando por esa amarga pregunta que soslayó muy dentro de mi corazón como una espada hiriente que hiere y que mata letalmente y mortalmente a mi solo corazón. Yo, Anila del Rosal para disipar aquella duda le dije que era un bebé ochomesino. Esteban del Horro quedó convencido con mi respuesta de mujer altiva y al disipar la duda me dejó tranquila por esa noche. Esteban del Horro no entendió el ritmo de vida de una mujer y quedó convencido y aclarando toda duda de su paternidad como progenitor de la criatura. Mi vida quedó al acecho en convencer a Esteban del Horro que es su verdadero hijo y que es él el verdadero padre de mi hijo. Esteban del Horro fue a dormir esa noche en paz, templado, sosegado y sin duda alguna en su mente, pero, yo, Anila del Rosal no dormí ni cerré el ojo con la preocupación de la duda de Esteban del Horro. Esteban del Horro nunca supo ni conoció a Juan del Nido. Esteban del Horro siempre ha creído que ha sido mi primer y único hombre, pero, existió un hombre de nombre Juan del Nido que fue mi primer amor. Mi vida contempló que la fuerza, la esperanza y la fuerza de voluntad me dejara vivir una vida completamente feliz, pero, la vida juega un juego, el cual, nadie sabe sus reglas hasta que vives la vida. Esa noche no pude dormir porque la vida me dio un dolor profundo, un miedo aterrador, una duda insospechada y una certeza de vida por, el cual, el hijo que tengo es de Juan del Nido y no de Esteban del Horro. Mi fría sensación de mujer quedó en la intemperie como en la barbarie de un amor funesto, aciago, triste y conmísero cuando ése hijo genéticamente no es de Esteban del Horro. Mi vida desde esa noche cambió de calor a frío, de bien a mal y de amor a dolor cuando Esteban del Horro indaga sobre su paternidad.
Esa misma noche calmé mis nervios acudiendo al jardín de rosas recordando cuando Juan del Nido lo cultivó y lo cosechó. Mi vida enternece cuando con frío sucumbe en el altercado de aquella pregunta y en una terrible decepción caí en redención hacia el jardín de rosas. Yo, Anila del Rosal busqué a una rosa y hallé lo que nunca imaginé a una rosa llena de espinas porque todas aquellas rosas que mi mano recibía no tenían ninguna espina cuando fueron oblicuamente cortadas por Juan del Nido. Mi vida fue detenida en un momento intransigente como un momento perdido cuando quise las espinas de esa rosa entre mis manos para poder hacer lo que nunca vengar mi propia existencia, pero, algo me detuvo, me contuvo y petrifiqué mi esencia de mujer, mi calor humano y mi necesidad de haber hecho lo que hice y fue dar un padre a mi propio hijo. Yo, Anila del Rosal quedé petrificada, quedé detenida, quedé estupefacta y atónita buscando una fría verdad que el juego de la vida me estaba jugando un juego sin saber las reglas, pero, yo, sólo, tomé a esa rosa con espinas y quise extraer de mis venas la sangre en plétora abundante dejando la vida inerte, muerta y por un suicidio inoportuno. En ese rosal quedó mi vida atrapada como cuando una vez amé al primer hombre de mi vida buscando el deseo, el amor y la vida con un corazón en trozos y en pedazos. Yo, Anila del Rosal acudí al jardín de rosas para llorar mi pena, pero, sólo alcancé a la rosa más cercana del jardín de rosas, cuando en el altercado frío de mi desventura sólo quise ser fuerte y así en el alma y más en el corazón irrumpió en un sólo frío destino y quise hacer lo peor en el regazo de mi tiernos pensamientos: un suicidio. La vida me detuvo, me contuvo a hacer lo peor de mi propia existencia cuando en el alma y más en el solo corazón se derrumbó el tiempo, la osadía y, más que eso, la buena vida que siempre tuve gracias a Esteban del Horro. La rosa que tuve entre mis manos deshojó cada tiempo, cada año de vida y de existencia cuando el tiempo transcurrió como transcurre el equinoccio de primavera a verano, de verano a otoño, de otoño a invierno, de invierno a primavera y mi vida quedó como esa rosa llena de espinas esperando hacer sangrar a las venas llenas de amor embriagadas y efervescentes por un alcohol que hace olvidar mi sufrimiento. Yo encontré en esa noche, lo que nunca, a una rosa tirada en el suelo, pero, con espinas penetrantes e hirientes. Yo muy compulsivamente y obsesiva con la rosa la tomé entre mis dedos. Yo quise herir al corazón, pero, el corazón me quedó muy lejos amando como nunca porque quise ser la mujer más infeliz del mundo para poder suicidar a mi corazón. Yo, Anila del Rosal quedé esperando que Juan del Nido llegara a mis brazos amando como antes y reconciliando la relación, pero, él nunca apareció ni por en mi hogar ni por el jardín de rosas. Mi vida esperó y esperó por el verdadero amor, por el único amor y por el tiempo sin destino. Mi vida fue una falacia, una mentira y una cruel inexistencia cuando, sólo, la verdad fue mi hijo, el hijo de Juan del Nido. La rosa que tuve entre mis manos me dio el sabor amargo y, más hiriente de todos los pecados cuando quise suicidar a mi corazón con esas espinas dolientes de esa rosa casi marchita en un invierno tan frío como es el equinoccio invernal. Yo, Anila del Rosal en esa noche impetuosa solo el frío abrigó a mi alma en vez de un calor excesivo, sólo, quise que fuera totalmente diferente, pero, el alma en el corazón me derribó la esencia y la presencia de un latir del corazón queriendo matar a esos latidos en el corazón de un ¡zás! Esa noche impetuosa con mi bata de nilón de color blanco hubiese quedado teñida de color rojo como el color de la sandía, como el color de la sangre efervescente y, más con el calor a cuestas del frío que abrigó a mi corazón.
Yo, Anila del Rosal quedé huérfana de luz cuando en el frío quise abrigar a mi alma y, más a mi corazón lleno de color escarlata sucumbiendo en un trance imperfecto. Mi vida quedó en el desenfreno de querer suicidar a mi alma colgada de una soga por donde cortar lo más fino, pero, lo único que tuve entre mis manos fue una rosa marchita tirada y deshojada en el suelo por un equinoccio invernal. La única rosa que tuve en mis manos fue esa rosa sin ser clandestina de un jardín de rosas lleno de rosas sin ser espléndidas cuando sólo era un equinoccio invernal. Esa rosa marchita quedó entre mis manos sucumbiendo en un delictivo trance cuando sólo quise herir a mis venas con las espinas hirientes de esa rosa marchita que vi y observé en el suelo. Esa rosa me llevó por el sendero más amargo de mi existencia cuando mi bata de nilón quedó completamente ensangrentada, con sangre derramada de una plétora abundante por haber herido más a mis venas con las espinas hirientes. Aquella rosa tirada en el suelo me devastó el alma, me desvaneció el corazón y, más el combate de pelear una falacia como única verdad que pronto yo sabía que llegaría su final. Mi vida quedó forzando la única verdad en el tiempo, en el ocaso y en el fracaso que conllevó ocultar la verdad que Esteban del Horro no era el padre verdadero y genéticamente de mi hijo y de Juan del Nido. La rosa marchita en el suelo quedó atomizada de fragancias, de aromas y de olores gratos de una rosa por, la cual, desnudé el alma y el corazón de tiempo, de ira y de un sosiego constante cuando perpetré y tramé un suicidio buscando esconder mi verdad, pero, todo resultó y salió a relucir la única verdad de mi alma y de mi corazón que mi hijo es de Juan del Nido. Mi vida quiso romper en llanto la pena, pero, el dolor fue más fuerte cuando corté en sangre hiriendo con esas espinas de rosas a mis venas llenas de plétora abundante cuando mi bata de nilón quedó desbordadademente y llena de color rojo como la sangre de color escarlata. Me socorrió la vida en instante indeleble cuando el amor, la razón y el corazón quedó perdido entre escombros de un dolor mal consecuente de una espera inesperada en poder creer que Esteban del Horro me salvó la vida con la misma bata de nilón haciendo un lazo entre mis propias venas sangrando de dolor. Mi vida quedó en desconciertos, en un delictivo trance imperfecto cuando quise suicidar aquello que se llama corazón, pero, el corazón es intocable y lo que se me ocurrió fue cortar a mis venas de sangre en plétora abundante. Mi vida fue cambiando de poco a poco siempre ocultando la verdad a Esteban del Horro de que mi hijo es hijo de Juan del Nido y esperando siempre a que esa verdad nunca pueda salir a relucir en nuestras vidas. Mi vida fue abatida y adolorida cuando recibí atención médica y pude salvar mi vida gracias a Esteban del Horro. Aquel jardín de rosas quedó desolado, triste, en un silencio total cuando aquella noche corté en sangre a mis venas, pero, el recuerdo fue más fuerte cuando recordé que por primera vez amé y deshojé los pétalos de la rosa, pero, se me olvidó que la rosa también marchita y desnudé todo mi corazón, salió una sonrisa de mis labios y fue lo que sucedió cuando corté en sangre a mis venas. Yo, Anila del Rosal sucumbió mi corazón en un trance tan imperfecto, pero, logré lo que nunca tener y poseer el amor que yo siempre quería al amor de Juan del Nido. Mi vida fue triste, adolorida, malherida, callando una verdad, una falacia y una falsedad que pronto saldría a la luz cuando el tiempo y más el ocaso se llenó de sol cuando se revelaría toda aquella verdad en el núcleo familiar. Mi vida fue una vida triste, callada y enmudecida por siempre, callando siempre mi propia verdad.
Mi vida fue impetuosamente triste lo que me quedó por vivir junto a Esteban del Horro, una vida con amor de él hacia mí, pero, dolor entre mis labios hacia él. Han transcurrido diez años de la existencia de mi hijo y de marcharse lejos de mi vida Juan del Nido. Juan del Nido se fue de mi vida hace exactamente diez años, diez años que no amo a ése hombre, pero, en mis pensamientos y en mi corazón, sólo, siente y presiente amor del bueno. Mi vida quedó en un terrible desconcierto cuando han transcurrido diez años sin amar al hombre que yo quería y amaba. Mi vida quedó eternamente triste cuando solamente me resigné y abnegadamente me callé ocultando una verdad que, quizás, era la felicidad de mi vida. Mi verdad quedó abatida y adolorida cuando la percepción de mi vida quedó en un dime y direte de vida cuando mi hijo ha llenado el vacío del amor de Juan del Nido. Juan del Nido no ha aparecido más en mi vida desde que se fue y me ha dejado el corazón, la mente, la vida y el amor vacío. Mi vida, desde hace exactamente diez años, ha caído en decepción, en redención y desilusión, pero, la vida de mi hijo me ha dado el amor más puro, inocente, y real de toda mi existencia y de mi corazón amando al hijo de Juan del Nido. Mi vida fue abatida y adolorida cuando Juan del Nido se fue de mi vida demostrando que el amor lo era todo para mi corazón. Mi vida comenzó a ser infelizmente adolorida con una rutina insostenible, con una vida callada y un ademán frío por conversar con el hombre que me salvó la vida, pero, que mi corazón no ama desde hace más de diez años. Mi vida fue abatida, adolorida, desdichada y decepcionada cuando el amor no regresó a mi solo corazón. Mi vida comenzó a despilfarrar odio, rutina y desdicha cuando el amor entre Esteban del Horro y yo quedó en el mal tiempo como tormenta y tempestad sin resiliencia ni apaciguar los fríos momentos. Mi vida, en el tiempo, quedó como un amor sin amor, como una pasión sin pasión y como una redención sin redención cuando el tiempo transcurrió desde que se fue de mi vida y de mi corazón el amor de Juan del Nido. Mi vida quedó a la intemperie y en la única barbarie de un amor que no fue amor amando a un hombre, el cual, no quería a mi corazón ni fue recíproco en mi corazón. Han transcurrido diez años malditos o benditos, los cuales, son la edad que tiene mi primer hijo cuando soslayo y sostengo que mi hijo es de Juan del Nido. Yo presiento que mi vida va a terminar en un desamor frío, en un sentido sin sentido y en un altercado friolero cuando han transcurrido diez años sin amar y sin amar al hombre verdadero que mi corazón escogió por amor, pero, mi corazón muere de frío cuando el desafío fue tan inmenso por esconder y ocultar la única verdad de mi corazón. Mi vida comenzó a despilfarrar dolor, un mal consecuente sentido y un gran desafío inerte en sostener la verdad durante diez años de mi vida. Mi vida sostuvo esa única verdad en el fondo de mi corazón desde que Esteban del Horro acogió a ése niño como su primer hijo y, ¿qué yo haría para desprender a ese amor de ese corazón? Mi vida quedó entre la espada y la pared porque Esteban del Horro se ha encariñado tanto con su propio hijo que no merece crueldad alguna por una mentira así. Mi vida fue tristemente desdichada desde que el tiempo me juega un juego donde nunca supe muy bien sus reglas y yo sin saber ni sospechar la mala jugada de la vida comencé a jugar con trampas ocultando la sola verdad. Mi vida fue trascendental, desdichada y decepcionada cuando el tiempo y la vida fue más fuerte que mi propio instinto y han transcurrido diez años y lo que ocurrió fue lo peor un producto del amor entre Juan del Nido y yo si es mi hijo y el supuesto hijo de Esteban del Horro.
Mi vida fue de tiempo y espacio, de desdicha y dolor sino soy feliz desde hace diez años cuando amé por primera vez al hombre de mi vida en el jardín de rosas calmando mi desesperación de mujer enamorada con olores, aromas y fragancias a rosas. Mi vida comenzó a naufragar cuando regresó Juan del Nido a mi hogar después de transcurrir diez años de su desaparición. Mi vida fue sorpresivamente feliz al ver el rostro de Juan del Nido frente a mí. Mi vida cambió totalmente de redención a felicidad tomando en cuenta el dolor apaciguado. La intemperie y barbarie se ha marchado de mi vida destronando el dolor en el alma y en el corazón porque ha regresado el amor de mi corazón. El amor de mi vida y el padre de mi hijo regresó cuando más necesité de su apoyo, comprensión, cariño y amor, pero, en esos diez años el apoyo me lo otorgó Esteban del Horro. Esteban del Horro es el hombre que no ama mi corazón, pero, me ha dado todo calladamente sabiendo toda la verdad en silencio como él me lo dijo cuando le mentí que nuestro hijo nació ochomesino y Esteban del Horro asintió con la cabeza cuando aceptó la mentira que le expresé. Mi vida comenzó en la fortuna y en la desventura de amar a un hombre, el cual, mi corazón nunca amó, pero, regresó el amor de mi vida, el cual, tiene nombre Juan del Nido, un hombre joven y corpulento, cultivador y sembrador de rosas, sí, el jardinero de mi hogar. Cuando conocí a Juan del Nido mi corazón saltó de emoción y de ilusión cuando en el alma y en el corazón hubo una sorpresa del destino y fue unir su corazón con mi corazón esa noche clandestina, templada y sosegada cuando nos amamos en el jardín de rosas. Yo, desde esa noche, amé inmensamente a Juan del Nido cuando el tiempo, el corazón y el amor lo dispuso, pero, fui la mujer más feliz del mundo cuando las rosas, el aroma, la fragancia interpretaron el amor a resplandecer en nuestros propios corazones. Mi vida con el amor fue un fulgor, una fortuna, un tiempo sin medida, una pasión vehemente. Juan del Nido regresó y a mis ojos le volvió la luz, a mi corazón el latido y a mi mente la ilusión de entregar el amor, otra vez. Mi verdad siempre fue que el padre biológico de mi primer hijo es Juan del Nido y mi parecer es que lo acabo de ver en el jardín de rosas. Yo caminé hacia el jardín de rosas esperando volver a reencontrarme con el amor de mi vida y, sí que lo logré. Juan del Nido ahí, estaba esperándome con los brazos abiertos y mi primera pregunta para él ¿por qué te fuiste de mi vida? Juan del Nido no supo contestarme, sólo, asintió con la cabeza y me dijo -¨por tus padres¨-. Yo, Anila del Rosal lo primero que hice fue tender mis brazos y abrazar al único amor de mi vida esperando recíprocamente que me correspondiera después de diez años sin poder amarnos. Yo, Anila del Rosal, rápidamente, le pedí el divorcio a Esteban del Horro y le expresé toda la verdad y él como buen caballero no me reprochó nada sino que él siempre supo la verdad. Esteban del Horro comenzó a ser infiel con una muchacha que acaba de conocer y fue por esa razón que se divorció de mí. Yo, Anila del Rosal fui eternamente feliz y acudiendo al jardín de rosas con Juan del Nido para volver a amar como antes entre rosas, fragancia, aroma y olores gratos de una rosa y, aunque, marchita en invierno regresamos a ese jardín de rosas a amar lo que dejamos un tiempo por jóvenes inexpertos. Yo, Anila del Rosal escribí ésta historia para que mi hijo pudiera leer y saber cada letra, cada palabra que hoy escribo en ésta carta y que conociera a mi clandestino amor.
FIN
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Autor:
EMYZAG (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 8 de abril de 2025 a las 00:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, Poesía Herética
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