¡Caída!
Me he arrancado la piel para evitar sentirme sucio,
pero los demonios siguen viendo la suciedad en mí.
Las voces no paran y suelen derrumbarme aún más,
mis huesos incrustados como púas en mis venas.
Mis ojos empiezan a explotar como granadas de sangre,
cubriendo de rojo lo poco que queda de blanco en mi ser.
Las voces se comen mi cabeza y siempre dan las gracias,
las lagrimas solo le añaden más capas al maldito condimento.
Llevo tiempo buscando la respuesta a mis temores...
¿Quién diría que siempre estuvo justo frente a mí?
El arma está cargada, y cada bala atraviesa la piel.
Siento el fuego consumiendo las partes congeladas.
¡Resurge!
Es fácil sucumbir ante las voces y ser un peón más,
pero este peón ha despertado… y viene por tu cabeza.
Despierta, arranca las secuelas de las cadenas falsas.
Quema todo, solve et coagula, y empecemos de cero.
Los problemas nunca terminan, pero eso ya no importa.
El momento de paz no significa que las balas dejen de caer.
Has entendido lo que es el amor, y estás dispuesto a amarte,
tus ojos, antes perdidos, han vuelto a su sitio… con llamas de fuego.
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Autor:
Tephros (Seudónimo) (
Offline) - Publicado: 8 de abril de 2025 a las 20:22
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
Offline)
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