¿Qué estará pensando ella de mí?.

el brujo de letziaga

Camino por mi calle, pasando el rato, sumergido en los adentros de mis paisajes mentales, mientras nieva y nieva de una manera copiosa, silenciosa y fría, cuando en mi utopía de macho insatisfecho, imagino la mirada de unos ojos perdidos a los que en realidad nunca les encuentro, y que se conjuntan de maravilla con su cuerpo de mujer atractiva y elegante, conformando un prodigio de viviente escultura donde la nieve ya cuajada se mezcla con su candor apasionado, mientras que yo le consumo vehemente todos sus flujos sensuales y prohibidos...Inmerso en ese devaneo erótico, voy deambulando como abstraído sabiendo que mi voluntad vive en una espera continua de su llegada, una espera que se me hace eterna, y lo cual puede que sea debido a mi personal entelequia...

 

Cuando de repente escucho que alguien me pide fuego para encender un cigarrillo, es una voz cascada y adormecida como esa que tienen las mujeres que fuman en demasía. A primera vista percibo su feminidad, que habita dentro de una mujer alta que vuela por encima mío sobre unos botines con tacones que me dice que son italianos, cuando la digo que los puede estropear por estar ya muy calados. Y seguimos conversando escuetamente sobre el frío que hace y lo mucho que está nevando, con palabras y gestos en la esquina de la calle.

 

Es entonces que la invito a tomar un café caliente en la cafetería de enfrente. Entramos y comienza a quitarse el abrigo muy despacio mientras da una última bocanada al cigarrillo que lo tiene a punto de extinguirse, y el tiempo se me paraliza cuando descubro en el escote de su vestido el canalillo estrecho donde aterrizan mis ojos y un tembleque erótico me recorre toda la mente.

 

El negro intenso y liso de su cabellera, y los movimientos de labios que me hablan desde el otro lado de la mesa van acompasados por unos dedos largos que me hacen ademanes como los pianistas, y unos ojos negros pegados a su cara consiguen que me asuste y me estremezca...Es una mujer espectacular, inalterable, impasible, indescifrable, con unos pómulos prominentes que parecen esculpidos por el mejor artista y por debajo unos labios gruesos y sensuales, lo que hace que mis miedos sigan intactos, como al principio.

 

Intuyo que algo misterioso duerme más allá de lo visible cuando su mano enciende otro cigarrillo con el mechero que le ofrezco. Mantengo la cabeza erguida para disimular mi nerviosismo, pero me sobresalto cada vez que me dice algo y hasta mi inteligencia se esconde y se queda fuera de juego y de cualquier uso, ante la fuerte personalidad que desprenden tanto su silueta como sus marcadas facciones. Lo intelectual es lo mejor que tengo y no me sirve para nada, porque es como si ella hubiera roto la punta de mi lapicero mental para dejarle romo y fuera de servicio.

 

El tiempo va pasando entre las ondas del humo del tabaco que hacen una mezcolanza con el aroma a café que vamos degustando a pequeños sorbos, sin tener entre medias una conversación que pudiera ser relevante, pues la verdad es que sigo casi sin hablar obnubilado por la geografía anatómica de la dama de museo que me acompaña y que provoca la admiración de algún indiscreto que habla en tono secreto con otros habituales de la cafetería.

 

Ella mira más tarde la hora en su reloj que lleva un broche plateado con accesorios de pedrería que me llama mucho la atención y me dice que son más de las 22 horas, y que tiene que irse. La acompaño hasta la salida tras darnos un par de besos en las mejillas e intento atrapar en ese minuto largo de la despedida todo lo que he visualizado de ella, almacenarlo y digerirlo, ya que sé que la estoy perdiendo, que se me va, que se me escapa.

 

Y se va, claro que se va..., y la sigo con la mirada parado como un muermo a la puerta de la cafetería, y tengo ganas de correr hacia ella pero no puedo, y gritar su nombre que me dijo antes de emprender su vuelo, y llamarla, pero me reprimo como un memo.

 

¿Será esa mirada la que buscaba? Caminábamos por sentido contrario en un cruce de caminos cuando nos encontramos al azar en esa esquina de mi barriada, y ahora en soledad y de vuelta a casa pienso hasta en su sexo de forma única y excepcional, en hacerla el amor con la pasión más intensa, pero ingenuamente me pregunto: ¿Qué estará pensando ella de mí?.

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