I
Como si fueras Eva,
la madre del mundo;
hecha de mi costilla
para mis manos.
Siempre estuviste en mí:
antes de ser nosotros,
ya éramos,
ya estábamos.
Tú dormías
en mis sueños,
y cuando abriste los ojos,
yo también desperté a la vida.
II
Levántate, Eva:
come de mí,
bebe de mí;
llévate la mitad del amor
y guárdalo en tu vientre.
Haremos un hijo
y será nuestra semilla
en la tierra fértil,
y será puro como tú,
que eres paz y luz
resplandeciente.
Quiero florecer
mirándote a los ojos
y verme al verte.
Ámame, Eva;
aquí y ahora,
el tiempo no existe.
III
Sentí sed
y bebí de tu boca,
sentí hambre
y comí de tu carne.
Tú, hueso de mis huesos;
eres mi vida y mi muerte.
Ayer, hoy y siempre.
La voz de tu sangre
llamó la mía,
y mi espíritu ardió;
y cada día
dentro de mí se repitió
la eterna llama
de tu amor.
IV
Volvamos
al aliento de Dios,
juntos los dos
como un solo cuerpo.
Estarás en mi piel
y en mi alma
por los siglos
de los siglos.
Pan y vino,
carne y huesos;
del polvo vinimos
y al polvo volvemos.
—Felicio Flores.
-
Autor:
Felicio Flores (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 10 de abril de 2025 a las 10:07
- Categoría: Amor
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, EmilianoDR, alicia perez hernandez
Comentarios1
Gracias Felicio por esta serie de poemas.
Saludos.
Gracias a ti por leer.
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.