I
Los años de mi vida te busqué.
Atravesé montañas de hierro y bronce,
ríos de fuego y mares de sangre.
Fuiste, en la garganta de la noche,
mi lámpara de aceite inagotable.
Te forjé como mi daga,
para caminar entre hombres como alacranes,
y para caminar entre mujeres como serpientes;
te forjé como mi espada.
Semilla del mundo, bienaventurada;
espíritu inquebrantable.
II
Vi el rostro del abismo insondable:
tenía los ojos ciegos, la nariz partida,
la boca llena de espinas y llagas
que sangraban al mirarle.
Caminé por tierra de vivos y de muertos
que helaron hasta los hilos de mi sangre.
Para sobrevivir, mi corazón echó raíces al suelo
y floreció como un árbol de acero con hojas de alambre.
No sucumbí a los cuervos de la melancolía,
en la noche, picoteando mi carne.
III
Entonces, tu sol, en un lento bostezo,
abrió sus párpados flamantes,
y me ardió la vida en el alma.
Cada día se repitió dentro de mí
ese fuego inapagable.
Y mi llama trepó por el aire
y quemó todo a su paso;
y en la lejanía, tu llama llamó a la mía,
y allí terminó su viaje.
—Felicio Flores.
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Autor:
Felicio Flores (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 11 de abril de 2025 a las 16:06
- Categoría: Amor
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid, EmilianoDR, alicia perez hernandez
Comentarios1
Esta precioso estos poema.
Muchas gracias, Nalia.
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