Manifiesto Del Poeta

MANIFIESTO DEL POETA

No vine a escribir como los buenos modales dictan,
ni a embalsamar el verso en vitrinas de cristal templado.
Yo vine a manchar la página con tinta sin arrepentimiento,
como quien firma un pacto con el infierno… y encima lo celebra.

No me den trofeos por rimar bonito.
Prefiero que alguien me maldiga por decir verdades feas e incómodas,
con palabras que suenen a relámpago, a blasfemia consentida
y a pedradas contra el ego.

No escribo para figurar en antologías de papel satinado,
sino para que alguien, en una madrugada de insomnio,
sienta que este poema le habla más que su madre, su amante, 
su terapeuta o su dios de turno.

¿Qué hace falta para ser poeta?
Una pregunta honesta que duela,
una mirada que haya visto al amor cagándola,
y una lengua dispuesta a romperle el vestido al silencio…
y al propio corazón.

No me interesa la poesía gourmet:
esa que se sirve con cucharita de plata y adjetivos importados.
Yo quiero versos que se deslicen por la espalda con uñas afiladas,
como un escalofrío sentido y desgarrador,
como ese recuerdo exacto que no querías revivir,
y te hace sangrar, llorar, maldecir… y hasta reír.

Que me publiquen… si se atreven.
Que me citen… si no les da vergüenza o pena ajena.
Pero que nunca me editen el alma para encajar
en vitrinas impuestas, vacías, y cursis,
donde un poema sin fuerza sabe a rutina y otro tanto de hastío. 

Porque si hay algo que no pienso negociar
es el temblor con el que escribo,
el barro que traen mis palabras,
y la sed que me queda después de cada poema en una noche en vela. 

Yo no quiero aplausos.
Quiero incendios, terremotos y melancolías como un juicio final. 
Quiero que este manifiesto se lea
como un puñal que ríe mientras corta venas, cabezas… y hace estallar el mundo en pedazos. 

Y si la fama llega,
que me encuentre con los zapatos llenos de mierda,
la camisa arrugada,
y un poema recién parido,
con el cordón umbilical recién cortado,
no apto para mentes susceptibles.