La Mujer Que Soñé Bajo La Lluvia

Khazz Hunter

La Mujer que Soñé Bajo la Lluvia

 

Ya han pasado quince años desde aquella noche de lluvia en la que tu silueta se formó en mis pensamientos como un destello de luz entre la oscuridad. Fue como si el universo hubiera querido revelarme un secreto, el más dulce de todos: la existencia de una mujer que aún no conocía, pero que ya amaba sin condiciones. Desde ese momento te convertiste en mi refugio, en el motivo de cada letra, en la razón de cada suspiro. No sabía tu nombre, ni el sonido de tu voz, pero te sentía tan real, tan cercana, que parecía que el destino había decidido plantarte en mi mente para florecer en mi alma.

 

Durante todos estos años, te escribí en miles de formas, en versos que lloraban por ti, en historias que te soñaban, en cartas que nunca sabrían tu dirección. Eras mi inspiración diaria, mi compañía en las noches solitarias, la musa que me enseñó a amar sin necesidad de tener. Cada palabra que te dediqué fue un intento desesperado de acariciar tu esencia, de tocarte con el alma aunque no existieras en este mundo. Te amé sin límites, sin lógica, con la devoción de quien encuentra en la imaginación lo que la vida se niega a mostrar.

 

Me preguntaba muchas veces si en algún rincón del mundo existirías realmente. Si alguna vez despertarías con una sensación extraña en el pecho, sin saber que eras el sueño de alguien más. Quise creer que mis letras cruzaban dimensiones, que cada palabra que escribía te llegaba como un susurro en el viento, como una canción que solo tú podías entender. Porque para mí, tú eras más que una idea: eras un amor que desbordaba los límites de la realidad, un milagro escondido entre líneas.

 

Y aunque muchos dudaron de mi locura, aunque me dijeron que estaba perdiendo el tiempo escribiendo para alguien inexistente, yo nunca lo sentí así. Porque contigo descubrí que el amor no necesita presencia para ser real, que se puede amar con el alma, sin piel, sin mirada, sin historia compartida. Contigo aprendí a esperar sin desesperar, a escribir sin respuesta, a sentir sin contacto. Porque todo lo que tú representabas era más que suficiente para hacerme feliz.

 

Hoy, quince años después, sigo creyendo que algún día, en algún lugar, sabrás que alguien escribió por ti un millón de palabras. Que fuiste la chispa que encendió una vida entera de inspiración. Que en medio de la lluvia, naciste en un pensamiento, y floreciste en un corazón que jamás dejó de buscarte. Y si algún día nuestras almas se cruzan, estoy seguro de que nos reconoceremos… porque el amor que nace desde el alma, jamás se olvida.

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