Mi mayor pesar,
el vacío que más me aqueja desde que nací,
es saber que nunca existí realmente en la vida de los demás,
yendo de un lugar a otro sin dejar huella,
sin respirar profundamente el momento.
No sé cuántos atardeceres me he perdido,
cuántas noches de sueño pasaron
sin que me detuviera a mirar las estrellas.
Deseé siempre pertenecer.
Pero cuando por fin estoy entre los demás,
soy excluido.
Me miran como se mira una mancha en un cuadro.
Veo sus ojos distantes, ajenos.
Guardo silencio
mientras escucho —sin piedad—
las palabras hirientes.
Siempre me llaman raro.
Me retiro sin decir nada,
deseando no liberar,
en quien sin darse cuenta me hiere,
la furia y el dolor
que me han acompañado toda mi existencia.
Solo quiero pasar desapercibido,
sentarme a mirar a los otros ser felices,
pero cuando me notan
no me quieren tener cerca.
Doy un regalo,
y sin abrirlo siquiera,
me dan las gracias
y luego solo escucho
que no quieren volver a verme.
Busco,
pero solo recibo lo contrario al amor.
No importa dónde vaya,
siempre me pregunto:
¿Es mi mente, o es mi alma, la que me traiciona?
Esta es mi vida, me digo.
Y es normal que esto suceda,
siempre... cada año.
Llevado en el asiento de atrás, condicionado, adoctrinado
a no mostrar mi verdadero yo ni expresar todas mis emociones,
el amor inmenso que siempre tuve se marchitó
al ver que aquellos que amé se fueron sin saberlo,
o se atemorizaron cuando les confesé la intensidad de mi amor.
Me dijeron que el amor que se regala carece de valor,
que quien no lo exige, no lo merece,
que quien ama sin medida, se vuelve invisible.
Pero yo no sabía amar de otra forma.
Soy, pero no soy yo realmente.
Amistades que quería no me recuerdan.
Familias que se alejan ven mi presencia como la de un extraño.
Desprecian el sonido de la voz de mi cuerpo físico,
que ya no soporta el nudo de dolor de la voz real que yace en mi alma,
un nudo que me fue impuesto desde que vine a este mundo.
Me exigen que mienta, porque en sociedad se vive solo de apariencias.
Lo que un día quise
es ahora totalmente extraño a mi yo de hoy.
No sé qué busco,
espero algo,
pero no vislumbro un motivo para seguir.
Despierto guiado solo por los instintos de mi cuerpo,
como un ser teledirigido.
Debo callar.
Es vivir —no sobrevivir— lo que importa.
Lo que quiero ya casi no lo recuerdo y cuando
lo percibo aun imperfecto no logro disfrutarlo al no recibirlo tal como lo queria.
Y entonces Lo pierdo cuando sin buscarlo llega a mi y lo ansio de vuelta cuando ya es imposible. Me aflijo. Lo añoro.
No queda tiempo.
Ya soy otro pero no se quien, me hace daño aferrarme a los pedazos de quien solia ser y solo tengo la opcion de renunciar a ser quien soy por convertirme en otro ser.
Me moldea la realidad que me rodea.
El espejo me grita que no soy quien soy,
que estoy cambiando y no puedo detenerlo.
Aferrarme a devolver el tiempo y recordar quien era me esta matando.
Los extraños me preguntan si estoy triste
al ver que mis ojos, desde niño, no brillan.
Yo no estoy triste —les digo—,
yo soy tristeza, me digo por dentro.
No conozco otra cosa.
No sucede nada, pero soporto todo.
Mi alma no conoce otro sentimiento.
Alejo a quien un día dijo quererme para no herirle
y les digo —ya tarde— lo que siento,
y solo encuentro enojo en sus respuestas.
De mí se alejan,
y solo los recuerdo dándome la espalda
mientras mi mano intenta alcanzarlos.
La causa de mi dolor fue siempre
buscarle sentido a una existencia rodeada de inhumanidad,
y lo único que me calma es aceptar el absurdo.
Anhelo el amor, pero no lo conozco.
Busco la felicidad, pero jamás la he visto.
No sé lo que quiero.
Lo veo en otros, y lo deseo.
Pero cuando lo tengo, no me satisface.
Disociado, soy quien quiero cuando escribo,
pero no soy yo cuando otros me miran.
Soy un niño en el cuerpo de un viejo.
No puedo tener amores como los de un adolescente o un joven,
ni dar atención o amistad a alguien sin que piense
que lo hago con un interés oculto.
Todas las personas que conocí despreciaron mi voz.
Me refugié en el silencio.
Pero un día traté de liberar por fin el dolor,
en un grito, en una lágrima,
buscando refugio en la compañía de aquellos que creí me amaban,
solo para ver su indiferencia
y escuchar de sus labios que no les importaba lo que yo sentía.
Que no hacía falta confesar mis sentimientos.
Que no era necesario.
Quiero saber qué se siente amar y ser amado por la misma persona todos los días.
Mirarla a los ojos al despertar.
Tener una familia a quien cuidar.
Tener una hija con el mismo nombre que el de mi amada.
Es otro sueño, de entre tantos sueños que he tenido.
Quien no puede, lo anhela;
pero quien lo tiene, a veces no lo valora.
Cierro los ojos para seguir refugiándome en la oscuridad
y ver en mis fantasías la vida que siempre añoré.
Aprieto los puños al saber que no hay nadie.
Solo soledad. No puedo esperar un final feliz en una historia de terror.
Vivo solo en mis sueños.
Hubo razón suficiente para aceptar esta locura.
Hay humanos cerca de mí,
pero no hay humanidad.
Eso me repito como consuelo,
aunque, en el fondo, siempre tengo la certeza
de que soy yo quien está maldito.
Tengo hambre, pero no deseo alimento alguno.
Es amor lo que quiero. Una caricia. Un beso. O tal vez sea otra cosa.
Siempre sentí frío.
No hubo besos de amores sinceros,
ni abrazos, ni susurros,
ni amigos verdaderos,
ni palabras de aliento.
Solo hay sombras de lo real que solo anhelo.
Nadie me conoció realmente.
Nadie se despierta pensando en mí,
ni tiene planes de un futuro conmigo.
Nadie nunca me escuchó,
ni les importó lo que sentía.
Yo solo me sentaba en las escaleras a soñar,
despierto, con una vida rodeado de la gente que amaba,
deseando vivir aventuras, volar cometas,
amores románticos de infancia y juventud,
caminar con mi amada en el parque,
y grabar nuestros nombres en un árbol,
pero nada de eso ocurrió.
Hoy la piel me revela un rostro envejecido
y un alma encadenada y silenciada,
que aún anhela aquello que perdió sin haberlo tenido nunca.
Por fuera, mi cuerpo físico respira,
pero es un caparazón vacío.
Esta es mi vida. Yo la acepto.
Pero la verdad es que...
Nunca viví realmente.
—
–Aden
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Autor:
eleg (
Offline)
- Publicado: 13 de abril de 2025 a las 03:38
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 9
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