AGUAS

Hernán Mejía Silva

Piedras negras acariciadas por agua,

agua furiosa pese a no ser una mar profunda,

la mujer decidió entregarse a ellas,

se entregó a las corrientes y al abismo.


Su vida en el sueño había sido ardua,

existencia que de melancolía se inunda,

pese a ser de las emociones más bellas,

una vez sentida, el corazón ya no es el mismo.

 

Desperté, con su mirada en mi mirada,

la mujer ausente y extraviada,

en aguas claras entre piedras negras,

nuestras vidas sin cauce y lóbregas.

 

 

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