La vida sucede despacio,
en la ceremonia humilde
de abrir los ojos cada mañana,
en el café que siempre sabe a ayer
y, sin embargo, es nuevo.
La felicidad no es un relámpago,
ni un premio que aguarda al final del camino.
Es el paso constante, la respiración tranquila,
el gesto repetido que da sentido al día,
aunque el día pase.
Los hábitos son refugios provisionales;
algunos caducan sin ruido,
otros nacen con la luz de un lunes cualquiera.
Porque cambiar no es renunciar,
es buscar de nuevo
la misma luz que nos alumbra.
Los hábitos son una revisión permanente,
una carrera que no cansa,
una manera de buscar la felicidad
en cada uno qué es nuevo,
cuando los viejos ya no abrigan.
La rutina no es cárcel, es pacto:
un pacto silencioso con la vida que eliges,
con los gestos que aceptas,
como quien cuida de una herida que ya no duele
porque entiende su forma
y sabe que, como todo,
es temporal.
Porque al final,
la felicidad es eso:
un hogar que se construye despacio,
con ladrillos de días simples,
y ventanas que siempre miran al presente.
José Antonio Artés
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Autor:
José Antonio Artés (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 17 de abril de 2025 a las 17:20
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, anyallys, Carlos Armijo Rosas...✒️, Pilar Luna
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