Oh tú, vestal del deseo encendido,
que a mis llagas brindaste un fulgor clerical,
me postro ante ti, cual fraile rendido,
sin más evangelio que tu espasmo carnal.
No soy ya un hombre: soy rito, plegaria,
soy cáliz profano que ansía tu voz,
y en tu ombligo late mi diaria hectárea
de cielo fingido, de impúdico dios.
Tu aliento, sagrada reliquia impensada,
mi dogma blasfemo, mi fe sin razón;
tu roce, mi misa; tu lengua, mi espada
que corta en pedazos la vieja ilusión.
¡Qué excelsa es tu carne! ¡Qué excelsa mentira!
Es casi un milagro que sepa a mortal,
pues juro que cuando tu beso me mira
reniego del mundo y su polvo banal.
Yo comulgo en tu cuello, venero tu frente,
ungido en tus piernas, redimo el error,
y absuelvo a los ángeles, si torpemente
te niegan el trono que dicta el amor.
No hay hostia más pura que tu piel desnuda,
ni incienso más santo que el de tu sudor;
ni templo más digno que aquella oquedad
donde se arrodilla mi pobre fervor.
¡Qué dicha tenerte de altar y de credo!
¡Qué cruz tan bendita tu gesto feroz!
Y aunque el paraíso me espere sin miedo,
Prefiero el infierno a perder tu delicada voz.
Oh amada litúrgica, mística impía,
no pidas que rece por otra pasión,
que el mundo me juzgue de hereje algún día,
yo seguiré amándote... en adoración.
-
Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 17 de abril de 2025 a las 21:23
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: VirginiaB, Carlos Armijo Rosas...✒️, Gemel@
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.