DEMONIO Y VERSO

Bajo el temblor indeciso de la vieja vela,

entre sus manos tiembla un cuaderno y un trago;

cada trazo surge al fin para que el alma consuela,

mientras el dolor alumbra su pulso vago.

Su sombra se alza en la pared como un lamento,

su voz sonámbula ofrece mi amargura;

grabó en mi pecho su tétrico juramento,

y en cada sorbo hundo mi corazón en tortura.

En su aliento siento la raíz de mi existencia,

y el demonio interno danza sin cautivo;

desgarra mi ser con fría conciencia,

y me enseña a vivir desorbitado y vivo.

En el silencio del vaso hallo un leve aliento,

y al besar su cristal me vuelo hacia lo etéreo;

abandono la culpa, me entrego al sentimiento,

y en el tormento bebo la redención del misterio.