Esto le pasa a quien vive

William Pérez Mederos

 

Hay quienes nacen sin que los esperen,  
cuando la vida aún no ha hecho espacio,  
y el reloj no ha dado permiso.  
Llegan antes,  
como advertencia de que el mundo  
también se construye a destiempo.

Hay quienes crecen sin nombre definido,  
sin herencia de orgullo,  
sin abrazos programados,  
y aprenden a amar  
antes que a confiar,  
a resistir  
antes que a entender.

Hay quienes aprenden a ser fuertes  
sin que nadie les enseñe,  
porque ser frágil en ciertos hogares  
es un lujo peligroso.  
Y lloran hacia adentro,  
como se llora donde nadie escucha.

Hay quienes beben para olvidar,  
y oran para recordar quiénes son.  
Pelean consigo mismos,  
con su reflejo,  
con un padre que no estuvo,  
con una infancia que todavía duele.

Hay quienes no tuvieron héroes  
y se hicieron uno con los golpes.  
Jugaron a ser Robin Hood  
con una rama seca,  
y se escondieron tras poemas  
que no eran versos,  
eran gritos disfrazados.

Hay quienes no sabrán nunca  
cómo seguir adelante,  
pero igual lo hacen.  
Porque no hay opción.  
Porque hay hijos.  
Porque alguien, alguna vez,  
los llamó por su nombre  
y no por sus errores.

Y sí, hay quienes escriben.  
Pero también hay quienes  
aman en silencio,  
perdonan sin público,  
se levantan sin aplausos,  
y siguen sin saber por qué…  
solo porque aún respiran.

Esto le pasa a quien vive,  
a quien cae y no quiere quedarse,  
a quien carga con historias  
que nunca pidió,  
y aún así,  
las transforma en luz.

 

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