El Eco del Pequeño escritor

Una sombra traviesa en el aire danzó,
un eco de risa que el tiempo lanzó.
Mis ojos cerrados, la mente viajó atrás,
y vi un niño inquieto, con pasos fugaz.

Sus manos pequeñas, abiertas al viento,
su pelo alborotado, de puro contento.
Corría hacia mí con la fe de un fulgor,
trayendo consigo mi antiguo color.

Sus ojos, dos luceros de asombro sin fin,
buscaban refugio, querían mi confín.
En cada zancada, la esencia primera,
la semilla de sueños de aquella quimera.

Y mi voz adulta, con calma y tesón,
se alzaba en el viento, llevando razón,
pero antes que nada, un abrazo profundo,
al niño que fui, vagabundo del mundo.

Le diría: "Pequeño, no temas correr,
la vida es un juego que debes aprender.
Guarda esa pureza que brilla en tu ser,
la duda vendrá, pero no la dejes vencer.

Recuerda el asombro de cada mañana,
la magia escondida tras cada ventana.
No pierdas la audacia de alzar la voz fuerte,
aunque el eco responda con sombra y con muerte.

Te esperan caminos, con luces y sombras,
habrá risas y llantos que nublen tus almas.
Pero lleva contigo la fe de este instante,
la certeza sencilla de un futuro constante.

No olvides los juegos bajo el sol radiante,
la amistad sincera, el amor flagrante.
Conserva esa llama que enciende tu pecho,
el motor que impulsa tu anhelo derecho.

Y si alguna vez la tristeza te abraza,
recuerda este encuentro, esta breve travesía.
Yo soy tú mañana, con calma y con traza,
mostrándote el fruto de aquella energía.

Así que corre, pequeño, con brío y con afán,
que el tiempo es un río que siempre va a dar.
Y cuando llegues a este presente que ves,
sabrás que la esencia jamás se deshace."

JTA.