Octavio no sabía
que las flores —no sabía—
tienen solo una primavera.
El tenía —le dijeron en casa—
que una flor, como tú, como
yo, tiene una trayectoria, una
o dos oportunidades de crecer,
de ser lo que es y luego caerse,
de aprender de un error y subir
un peldaño tras besar el fondo,
y una sola primavera no basta,
no da abasto a tanta exigencia,
a tanta materia que pide forma,
a tanto proyecto sin fin final.
Octavio no lo sabía y cuando
lo supo sintió un decaerse,
un resquebrajarse uno de sus pilares,
aquel que soporta, del que pende
la necesidad de creer, de confiar
en lo que ven unos ojos, y sin crédito,
sin dar por cierto lo que la vista
le informa, anda por los campos
como cabizbajo, como si el alma,
que es solo soplo, pesara un quintal
y medio y la sangre, roja y ligera
como de costumbre, se tornara plomiza
y áspera; y caía, y volvía a caer
a merced de un peso excesivo, sucio,
del que las piernas desertaron
por falta de convicción y principios.
Octavio no sabía, y por eso,
me comentó, subió un día a un faro,
ese que está camino de Chipiona,
al borde de la carretera general,
del que dicen romano en sus tiempos,
y allí, subido, tras dar cuenta
de un dédalo de escaleras, se asoma,
se pierde entre el oleaje y el silencio
y regresa a una infancia donde era
feliz, donde era nadie, por hacer,
informe, pendiente, sin el peso
de ser individuo, perfilado, definido,
forme, con un cliché que cumplir.
Ya baja. Aquí le espero por si le sale
contarme qué vio esta vez.
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Autor:
Albertín (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 20 de abril de 2025 a las 14:34
- Comentario del autor sobre el poema: Hace unos días... Me estuvo contando.
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Javier Julián Enríquez, racsonando
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