Postmortem Con Manzana Prohibida 🍎

Postmortem Con Manzana Prohibida...🍎

¿Y qué hay del otro lado de la muerte?
¿Un resort celestial con buffet eterno,
ángeles como botones,
y un paraíso con WiFi en banda ancha
—sin contraseña, sin juicio final—
y Netflix pirateado en 4K?

¿Será un todo incluido de almas en bata,
jugando al escondite con las ánimas en pena,
mientras Lucifer se toma un daiquirí
en la zona VIP del purgatorio?

Me niego a creer
que todo este desmadre de vivir
solo valga por una lápida premium,
con epitafio en cursiva
y flores marchitas,
con olor a entierro de rutina.

Tal vez, al cruzar el umbral,
nos reciba un chatbot divino
que pregunte por nuestras suscripciones emocionales
y nos niegue la entrada por exceso de drama,
o por amar sin términos ni condiciones…
(pero, para variar, estaban en letra pequeña).

¿Y si el Edén fue privatizado?
¿Si el cielo es una app con actualizaciones eternas
y el infierno…
es una repetición infinita
de nuestras cagadas
y elecciones equivocadas?

No lo sé.
Pero si hay otra vida,
que me esperen con bebida refill incluida,
una tarjeta de crédito en blanco
y buena señal… con cobertura eclesiástica total.

Porque, aun muerto,
seguiré escribiendo versos
para los que se atrevan a leer…
desde este lado del olvido.

Y si algún arcángel se atreve a juzgarme,
que sepa:
este poeta debió irse al infierno
por transgredir lo mundano
con rimas obscenas y blasfémicas,
y profanar lo que fue censurado…
al ser terranal.
Y podrá ser excluido, como Adán y Eva,
por elegir —una vez más—
la manzana de la rima prohibida.

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El Puertazo

Y te doy la espalda como se cierran los capítulos:
de un solo puertazo,
con ira,
como una celda que se clausura… y se tira la llave.
Te dejo atrás,
sin mirar al mundo que te cobijaba,
sin atajos,
sin mapas,
sin el mínimo remordimiento
que le dé excusa al corazón para quedarte una vez más.

Te dejo como quien apaga un incendio con gasolina,
pero ya sin ganas de salvarse del desenlace apocalíptico.
Como quien abandona la fe en una esquina,
y sigue caminando…
con el alma llena de blasfemias
y un “vete al infierno”... sin rencores.
Solo por desahogo.

No esperes una lágrima épica,
ni un verso suicida en tu honor.
Lo nuestro caducó como promesa sin fecha para este motín en cierne,
como un beso en boca extraña,
letal como una rutina apasional.

Y si preguntas por mí…
di que ya no existo.
Que he muerto.
Que me borré de tu historia con la furia elegante
de un poeta que se cansó de rimar
por migajas de amor.

No hay retorno.
Lo nuestro fue el incendio de un pirómano en frenesí.
Y hoy solo queda
una puerta cerrada,
con el nudo silente
de lo que casi fue amor…
y terminó siendo olvido.

Fue tu cobardía disfrazada de ternura,
una escena mal actuada
que pedía lágrimas…
pero solo merecía este puertazo en tu cara,
como epílogo sin gloria.

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