DONDE MUEREN LAS PALABRAS

José Antonio Artés

Te fuiste...
sin dejar aviso.
Ni una nota en la nevera,
ni una excusa de esas que uno —al final— termina entendiendo.
Aunque duelan.

Desde entonces,
las ideas pasean por casa
como fantasmas en calcetines,
en un salón sin muebles
y sin música.

Y yo,
que antes escribía con solo ver llover,
ahora me mojo...
sin más.
Sin metáforas.
Sin versos que me salven.

He dejado de buscar en los libros
la voz que me hablaba bajito,
desde los márgenes.
Y las horas,
esas tercas,
solo marcan lo que no pasa.

Sigo intentando escribir.
Pero la página blanca
me mira fijo.
Como un espejo
que ya no refleja nada.

Late mi pecho, sí…
pero no sé si eso
cuenta como poesía.

La puerta donde entraban los milagros
está cerrada.
Con vueltas.
Y yo no encuentro la llave.
Quizá la perdí
la última vez que quise ser sincero.

Y la imaginación,
esa vieja inquilina
que pagaba con palabras,
hizo las maletas.
Se fue
en un vuelo sin destino
que no figura en los paneles del aeropuerto.

 

José Antonio Artés

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