La conexión rota

Anne Black

-Cuando estamos cerca de la fecha tengo el hábito de volverme loca.

-Defini "loca".

-Loca, triste, angustiosa, nerviosa... qué sé yo, loca. Siento que parte de mi interior está muerto, más de la mitad. Tengo esa sensación de que ya nada puede lastimarme. Me dicen cosas que en otro momento me hubiesen hecho mierda, ahora no; ahora me importa un carajo todo. Tengo pensamientos suicidas constantes y un cansancio agudo.

-Pero...

-Para, ahora ya me hiciste hablar, escúchame. Ya sé que vas a decir, y no, no es parte de una depresión pasajera o de un duelo que, al fin y al cabo, me parece lo mismo. No sé, vos. Es más fuerte y profundo. No sé cómo ni cuándo ni por qué, pero mi vida terminó esa madrugada también, y ahora vivo por inercia. ¿Sabes qué horrible es eso? Es agotador fingir.

 

-Cuando decís "estamos", ¿quiénes están?

-Osito y yo.

-¿Pero siempre estás sola ese día?

-No. Pero no importa si me acompañan, porque es algo de él y mío que solo nosotros sabíamos y entendíamos. Era una conexión; éramos el salvavidas del uno y del otro, él más que yo. Y estaba bien, funcionaba, porque yo ya no tenía malos pensamientos, ya no me sentía sola ni tenía miedo. No necesitaba estar cerca de nadie; me veía feliz, y vaya que lo era. Osito me hacía querer, me daba esa felicidad soñada que no encontraba en nada ni en ninguna persona. Era mi espejo, y en él amaba todo lo que veía.

 

-Ahora que me dejó físicamente... ¿cómo te explico? Estoy estancada, muerta en vida, y quiero creer que me quedé atrapada en un sueño feo, que en realidad voy a despertar y todo va a ser una pesadilla, y lo voy a ver al lado mío mirándome fijamente, esperando una caricia mía. Entonces lucho por volver a nuestra realidad, y cuando menos me lo espero, comienzo otra pelea para seguir viviendo sin él. Es resignarme y bruscamente pasar a negarlo todo el tiempo; es pensarlo siempre, pedirle que me dé fuerzas, que me ayude, que vuelva. Me enojo cuando empiezo a dudar... si tenía trece años, si ahora cumpliría catorce. Me esfuerzo para recordar porque no quiero olvidar nada suyo, y lloro mucho porque me duele el corazón, me duele la vida, me duele que me quieran consolar... y así. Es un dolor que abarca toda mi alma y mi cuerpo.

 

-¿Cómo crees que puedo ayudar?

-No quiero ayuda. Estoy segura de lo que quiero y cuánto lo deseo. Aunque poder confesarme fue de gran ayuda.

-¿Y qué quieres?

-Si él no puede volar hacia mí, entonces quiero volar hacia él.

Ver métrica de este poema
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.