Y al final de la discordia, me quedé sorda. Entré en la oscura carretera de un sitio vacío y helado, repleto de soledad humana pero colmado de fantasmas de otros mundos, los pude sentir en una de las mitades de mi alma, la que aún late. Corrí y grité desconsolada y muerta de miedo, lloré, y el líquido salado me quemaba la cara pálida y fría, tropecé y seguí ese ritmo que nunca parecía acabar en alguna luz, o al menos ver la claridad de la salida de ese abismo infame y desolador. Creí haber muerto un instante en el que la sordera ardió y explotó, llevándose a la nada el resto de mis sentidos aún vivos; mi cuerpo se inmovilizó y ya no pude sentir nada de él, aunque sefría un terrible dolor de cabeza. Debí haber impactado contra algún suelo, porque desperté después de algún tiempo indesifrable, completamente desnuda y temblando. Una especie de abrazo me tyranquilizó, normalizando el, entonces, intenso latido de mi corazón. Traté de envolverlo en una nube esponjosa y suave de paz, imaginando la causa de aquel desamparo de mi integridad, el por qué del sobrío acto de impiedad y desamor, algún indicio de memoria exacta y calma, para saciar mi sed y continuar mi vida como antes, como lo venía haciendo...
Y ahí fué cuando lo comprendí todo, con un pantallaso de la cruda verdad, nunca tan clara.
Era lunes por la mañana, y yo regresaba a casa, luego de una dulce estadía de amor con una despedida algo amarga, pero siempre hermosa para regresar. Mi familia estaba allí, como de costumbre, pero pasaba algo extraño. Mi madre había destruido ferozmente mi habitación, de punta a punta, (lo supe porque mantenía un trozo de vidrio de mi pecera en su mano, mientras me dirigía una mirada de odio, macabra, siniestra) mis hermanas mayores, en silencio, preparaban un café demasiado tentador, aunque digno de recelo, razón por la que lo rechacé en una postura de alerta en mis ojos, porque fué a mí a quien se lo sirvieron. Me paré rápidamente y con mieod caminé hasta la puerta del comedor para salir de allí y uír de esa situacíon angustiosa, cuando por mi espalda, comencé a sentir gota a gota mi sangre caliente, que descendía y me quemaba, la misma sangre que transformé en lágrimas, en este desierto en el que ahora me encuentro. Otro disparo, ahora en mi oído, apagando totalmente la fuente de vida de mi alma corrumpida.
He muerto. Alguien de aquella familia a l aque pertenecía, me destrulló por siempre. Pero, ¿por qué volví a despertar aquí? No les basta con mi ausencia, que me han hecho regresar a través del viento y las paredes, la energia y los ojos invisibles de los muebles. Alguien que me extraña me llamó a la vida, pero quedé atrapada en la inmensidad, al atravesar la puerta que divide la vida de la muerte.
- Autor: Towanda (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 22 de noviembre de 2010 a las 15:52
- Categoría: Triste
- Lecturas: 58
Comentarios1
ME GUSTO MUCHO LEERTE ,ABRAZOS ,STELLA
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