SUEÑO

Mis ojos, que no se si están despiertos, mis ojos te miran, se meten a tus ojos. Verde pupila. Mis ojos, que no siento en mi cara, mis ojos te hablan, se pierden en tu lecho. Loca pestaña. A la hora del soplo, del pálido beso, mis ojos te miden, la lejanía de tu mirada los golpea. Canela perfume. Ahora una pausa, un pestañeo. Se lubrica la pintura, cae en la noche el deseo.

Cuando tu cuerpo se tiñe de mis besos, cuando camino entre tu piel y tu piel es un oasis entre mis desérticas voces el sueño me invade. Me invade el sueño. El alma se escapa en la retina, la ventana se abre ante mis ganas de mirarla, profunda dentro de ti. Se escapa y la persigo… el alma.

Tus ojos, que no sé si son tuyos, tus ojos que reflejan libertad, que son la calma, ojos que no me miran y siento que me conocen toda, más allá de lo que el espejo podría contar, tus ojos son mi sueño… terrible. Complicado estado de conciencia, inconciente estado complicado. A esas horas, donde no hablas, cuando yo estoy entre la realidad de tu sopor y la inexistencia de mi almohada, navegando dulce entre tus aguas, en esas horas el vértigo me llama.

Tu sueño, que es más mío que tuyo, ese sueño me destierra de la vida, profundiza mis miedos, escarba mis adentros, encadena mis silencios. ¿Estoy despierta? Los párpados se cierran, pero nunca están abiertos…

Es el sueño, el hermoso y terrible sueño que me atrae como el vértigo a la orilla del abismo… y al fondo estás tú, mirándome en lo alto, mirando como te miro lo mismo estando abajo. Las piernas me lanzan al abismo, mi cuerpo me abraza en la caída, y lentamente el alma se evapora y caigo. Caigo tendida entre tus lazos. Tus lazos que son mágicos, como todo tú en mi sueño… o en el tuyo, sobrehumano...

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