Poema homérico
AMOR IDÍLICO.
MACARIA Y YO
OH. Bendecidme señor de los amplios montes, pues me siento un rey persa o quizás un dios Espartaco, un Epónimo que recién vuelvo de feroz batalla, y que me esperan, para entregarme de premio, un vellocino de oro, aunque a decir verdad nunca fui a una guerra real, y mucho menos en Cólquida, sino que era solamente mi sueño. Pero me siento muy confundido y hace que mi mente se ponga a vagar por diversas partes de la tierra.
Allá detrás de las montanas, en donde se divisan altas llanuras he encontrado a la diosa de mis reinados, la que aprisiona mis sentidos y con la que quiero –Señor, si me lo permites— llegar a una feliz vejez.
Después de encontrarla bañándose desnuda no es posible sacarla de mis pensamientos y confundido como que si fuera la revolución que dirigió Anicetes y que al tiempo provocó desaparecieran las guarniciones romanas. Me disfrazaré de pastor e iré a escudriñar esos lares para declararle lo que siento: así:
¡Oh! Mujer hermosa nutricia pura de la tierra verde,
vestido corto y botas de cazadora,
más bella que el sol, la luna y la aurora
hermosa arrebatadoramente, sin enlerde
de anchos y rosados pechos…
mi dulce joya, de inocencia están hechos.
Eres una diosa de las cavernas, las montañas, murallas y mi fortaleza;
Eres mis flores, plantas, árboles, pájaros y animales;
Mi norte, mi sur, mi oriente y poniente… mis puntos cardinales;
Eres mi luz, mi resplandor, mi relámpago y llama, diosa de la naturaleza;
Origen del cosmos y del linaje de los dioses de la homérica tradición,
diosa de la Tierra, manifestación espiritual de toda la creación.
Ella me trastorna con su mirada
majestuosa y solemne realidad,
la profecía, augurio y la verdad
diosa del rebano y la manada;
Representación de la casa, el patio, la matriz, la cueva.
arboleda sagrada y longeva.
Traviesos espíritus de los bosques, mi camino
tú eres mi manantial curativo
dulce unión de mi amor cautivo,
a menudo me hacen experimentar el éxtasis divino.
Bajo de su grandioso templo yo la vi, ella me vio,
los dos nos miramos y ¡Cupido cumplió!
Ya no me siento de confundido pero invoco a Hera para que presida, los correctos preparativos de nuestro planificado matrimonio y sentirme como Heracles en el palacio del rey Tespio, que tuvo muchísimos hijos durante el tiempo que duró la cacería del “león de Citerón” .
Por la que llenaron de cuidados en su infancia y niñez, y la que yo ubico entre las estrellas, solo puedo decir…
Yo amó intensamente a mi hermosísima Macaria.-
Rafael Mérida Cruz-Lascano
- Autor: Rafael Mérida Cruz-Lascano (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de junio de 2009 a las 16:03
- Categoría: Amor
- Lecturas: 600
Comentarios2
que buen poema¡¡¡¡
woww¡¡¡ que tal poema es este... mucha suerte
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