Esta es la historia de un joven, el cual siempre vivió tratando de no hacer daño a nadie; quería mucho a sus padres, aunque nunca se los decía; amaba a sus hermanos, aunque nunca se los declaraba.
El creció en un hogar en donde los gritos y las peleas desde el amanecer eran el pan de cada día. Poco a poco, la amargura fue ganando terreno en su corazón.
Se sentía perdido, sólo y olvidado. Sentía que no era importante para nadie a su alrededor y que a nadie le interesaba el mal que le afligía.
Alguna vez pensó en quitarse la vida, pero no lo hizo. Sólo los cobardes se suicidan, y él no era uno de ellos, y decidió continuar viviendo, no importaba que tuviera que ver aquel desfile de tristeza y miseria que pasaba frente a sus ojos diariamente, él tenía que seguir aquí, no sabía por qué, pero tenía que hacerlo.
Luego conoció a una joven de la que se enamoró perdidamente. Se convirtió en su mundo, su refugio, su único motivo para sonreír, y pensó que para esto había continuado con vida; entonces decidió poner su vida entera en sus manos.
Era feliz; sin embargo, un pequeño detalle se interpuso entre ellos: la distancia.
Sólo sonreía al escuchar su voz a través de un teléfono; pero cuando la llamada llegaba a su fin, esa felicidad se convertía en gran dolor.
En fin, su relación continuó por casi dos años: Proyectos, casas, nombres de los niños, etc; todo esto planeaban al detalle para cuando llegara el día en que vivieran juntos.
Nada de esto se realizó.
Aquella joven terminó la relación sorpresivamente, en el momento en que él más la necesitaba; no hubo detalles, no hubo respuestas, sólo un sonoro e irrevocable adiós.
El joven no entendió el por qué; sufrió, y mucho.
Todas las razones que tenía para vivir se vinieron abajo en un abrir y cerrar de ojos.
Todo había acabado para él; ya no quería saber nada de la vida si ella no estaba a su lado.
Dolor, llanto, amor, preguntas sin respuestas; más dolor, más llanto, más amor y más preguntas sin responder, todas a una agolpándose sobre su pecho, tanto que pensó que moriría de sufrimiento.
Lentamente pasaron los días, las semanas y los meses, todos con dolor.
Entonces, cansado de sufrir, decidió firmemente convertirse en lo más vil y perverso de este mundo; nunca más nadie se reiría de él, esta vez y para siempre sería él quien se burlaría de los demás.
Estaba tan decidido de hacerlo, de convertirse en un ser implacable y sin sentimientos, que sería capaz de llegar a los más bajo; no importaba a qué costo, nunca más saldría lastimado.
Pero entonces, cuando empezaba a tomar venganza con el mundo, la mano de Dios lo alcanzó.
Sí. Aquel Dios Todopoderoso, del cual muchos niegan y desconocen su existencia, se interpuso entre él y el camino de muerte y venganza por el que este joven había empezado a andar.
El Creador, el Omnipotente, no tomó en cuenta todas aquellas cosas que este joven hizo contra El, cuando siempre trataba de ignorarlo, y lo amó, lo abrazó con ese amor inmenso que sólo El puede ofrecer y sanó sus heridas; quitó sus cargas, echó la amargura fuera de su corazón, y la venganza y el resentimiento se esfumaron. Le extendió sus brazos cuando todos le dieron la espalda y le dio la verdadera razón por la que él había seguido con vida hasta ese momento: Porque su Dios lo amaba y lo había escogido desde antes que viniera él al mundo. El Señor le hizo entender que lo sucedido con aquella joven era para que se diera cuenta de que sólo en Dios debía confiar, porque el hombre puede traicionar, pero El permanece fiel para siempre.
El joven se rindió ante su presencia y le pidió perdón por todo lo que había hecho y por lo que pensaba hacer; lloró largamente, como un niño sin consuelo delante del Gran Rey; estaba arrepentido. Vació toda su alma entera ante El y puso su vida en sus manos; y Dios tuvo misericordia de él, y lo perdonó.
El Señor, el Príncipe de Paz, Jesús, se apiadó de él y lo tomó en sus brazos, lo llenó de amor y paz, y desde aquel día, la vida de aquel joven fue muy distinta.
Ahora sabe que sólo en El puede confiar y se esfuerza día a día por cumplir su voluntad; sabe que sólo Jesús puede cambiar tu vida, y sólo El puede salvarte.
Sabe que si tienes un gran problema y no sabes como salir de él, no debes temer, porque Jesús es la solución y El está ahí, esperando que te acerques a El, dispuesto a ayudarte.
Esta historia es real, y yo soy un fiel testigo de ello.
Ese joven, soy yo.
- Autor: Jaime20 ( Offline)
- Publicado: 28 de junio de 2009 a las 19:21
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 352
Comentarios2
Hola Jaime me gusto muchisimo tu poema, de hecho me hizo recordar a una chica que conocí, quien como al principio de tu poema, se sentia muy sola, y se habia vuelto algo fribola. Alguna vez una compañera le pregunto que si con todos los problemas que tenia se tiraria al vicio o se iria por el camino facil, y para serte sincera me sorprendio mucho su respuesta, contesto, que no, que le iba a demostrar al mundo que sola podia llegar a ser una mujer de bien ...
Me encanto!!
Hola, que bueno que te agrade la historia.
Esto fue lo que paso conmigo y lo que Dios ha hecho por mi, por eso lo publico, porque le doy las gracias a El, de otro modo, mi destino hubiera sido muy diferente.
Habran muchas personas que no le agraden este tipo de escritos, y me criticarán, pero eso no es importante, porque lo que escribo es para darle las gracias a El, y para de alguna manera, darle esperanzas a esas personas que como yo, han estado o estan sintiendose solos en esta vida.
Cdt mucho, que Dios e bendiga.
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