Se unían en un solo y pálido racimo sus manos,
como implorando anidar en su vientre un santo,
sin saber hacer eco de sus cantos,
sus plegarias...
se perdían en el cielo profundo de la iglesia.
Como un trueno
retumbaba la caída de sus lágrimas al suelo
y el surco que en el aire
pudiesen sus dedos haber hecho...
arrancaban bendiciones
entre rosarios e inciensos.
En la transparencia de sus actos
se internaba en las callejas largas y los faros,
que cada noche en cada taberna
recorría crujiendo sus altísimos tacones.
No podía esconder su mirada de las luces,
ni tapar sus intenciones con su velo,
mas quería con todas las Ave Marías
borrar de su mente y de su piel
todas esas noches de desvelo.
Y no pudo…
- Autor: Mafi (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de enero de 2011 a las 02:05
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 33
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