Te esperé vomitando
porque quise sentir en mi boca el volumen
de las cosas que nunca había tenido.
Entonces, esperando, viajé a Creta,
y el sol subía a la barca como suben los cóndores
a la montaña, derramando aceite,
con el pico en las patas
y en las patas el pico y la cloaca.
De ese modo, sutil, en donde el fuego luce
como ópalo leñoso, y la lluvia desase
lo frío de lo húmedo.
Entonces, alguien dijo: “El mar está marcado
en la pálida arena,
y como hoja marchita es llevada
la luna por la bahía tormentosa”;
pero, ay, viento azul,
la corona y las rudas sobre el coñac ardiendo,
el mágico vestido de los pájaros
cuando sangran sus picos sobre el hielo;
no creo en Oscar Wilde,
ni en la poesía rota con túneles abiertos,
ni en la métrica o rima, ni en los ojos
que se abren contando nuevas sílabas;
mi techo tiene moscas
y mis moscas orina y pudrición,
y en mí sólo aterrizan
cadáveres que no pudieron disecarse.
No. No. No. Yo no quiero luz sin sombra
ni plegarias sin crimen cometido.
Vi, pues, desde mi trono, como un flete arañado,
los secos tubérculos que asfixiaban la tierra,
la muerte y la ceniza amigas del tomillo y el casabe,
y la pera abundante que se dilapidaba
sobre el prado lodoso y asilado;
pero tu cara, inserta en las raíces,
aún me construía vigas en las que arar
y huertos espumosos donde arrojar semillas,
aún desperdiciaba miradas en la sombra
y ojos que fulguraban frente al sol.
Luego, alguien conocido me convenció en volver,
mas mi regreso estaba sujeto a tu partida
y tu partida había sido la causa de mi viaje;
pero también la espera,
también el odio que me acuchillaba
plácidamente sobre roces homosexuales,
incrustando saliva hacia mi ombligo
desde la hora muerta hasta la hora herida,
como un cañón de pólvora
que masticaba fuego entre en mi abdomen.
También mis ganas de morder cemento,
y mis mil y una duda
sobre las consecuencias de tan membrudo acto.
Entonces otro dijo: “¡Querido, ¿y los amores?
¿Han germinado flores este año?!”
Yo no respondí nada
pero mis ojos le contaron todo,
luego participé de una charla en silencio
y reí y comí y vomité un buen rato.
Las cosas que se olvidan están condicionadas por la espera.
Toda espera, posee, en sí misma, una causa.
Poseer, significa, en tanto causa,
masticar los asuntos que se olvidan.
- Autor: Pedro Verlaine (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 7 de marzo de 2011 a las 02:43
- Categoría: Gótico
- Lecturas: 243
- Usuarios favoritos de este poema: Eduardo Urueta, Paulina Dix
Comentarios2
Letras muy bien logradas, un tanto fuera de serie y algo que hace autentica tu escritura, me gusto.
Saludos, Yoki.
Esto es de lo mejor que he leído.
Qué estilo tan particular el de este poema.
Es bellísimo.
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