¡mi Dios…!
Y tú que prodigaste los escombros, dejaste en mi mano las esquirlas: ¿sabes que la muerte es un pasadizo? –Un pequeño túnel hacia la nada- Estoy aquí para escribir tu nombre lo digo sin tapujos ni preámbulos. Tú me diste la vida en el momento justo y en el instante en que la alegría acoja mis entrañas habrás de retirarla, me satisface hablar de ti ¡mi Dios…! Extraño ser (verdad) o mitológico tú juegas, te diviertes, produciendo fenómenos de destrucción y de hambre. Por eso te nombro sé que estás inmerso en todos aquellos que han venido en tu nombre.
Te espero tranquilo, en una silla mecedora (que por cierto fue herencia de mi Padre) o en la cama un poco deteriorada por los años, también sin embargo es un suponer que me acoja en la calle, [pero no en un hospital donde quieran regresarme a la vida] ¡eso no…!
Que en esta muerte, repentina; ¡no dejes Dios mío! Que un perro haga su necesidad sobre mi cuerpo, que un ladrón a hurtadillas se robe mi cartera o un sacerdote me dé los santos óleos; no Señor no quiero nada sólo deseo descansar como un pájaro sobre la rama –muerto-
Por eso me congratula saber que existes y que existe la muerte retroalimentación para la vida.
LA MUERTE SABE A NOSTALGIA
Es un granito de sal la muerte. Sabe a nostalgia
así han de recordarme un día
cuando busquen en el costal de la muerte
mis despojos.
¿Quién puso sal en mi camino? ¿Quién dejó las espigas a mi paso?
¿Fue ella en lo posible simplemente ella?
La que me olvida
la que deprime mis palabras;
cansado estoy de entregar mis manos a ese cuerpo
y posar mis labios en sus pechos
¡qué pinche decepción!
¿Quién describe a la muerte…como último viaje?
Ya no abordo quizás una esperanza
de percibir el brebaje de esos labios
-qué más puedo querer… que hundirme a ratos-
He de cavar mi nicho
donde apenas mi cuerpo incinerado aguarde,
has de venir entonces a despedirte
y yo que te esperaba te diré… sin reproches:
…la muerte sabe a nostalgia.
Y tú te irás sin verme.
NADA SE PARECE A TU CUERPO
No sé que ha pasado ni contigo ni conmigo, ni por qué las ramas de los árboles a veces están quietas o no dejan de moverse; tú tienes todo lo que mis manos desean, estas al calce de mis dedos; tus desnudos senos acarician mi boca, al igual que el viento apenas sigiloso roza el silencio de la noche. Todo lo tienes tú y te me alejas, nada se parece a tu cuerpo, ni la silueta que formas a tu paso. ¡Nada! Pero nada se parece a tu cuerpo.
Eres la madrugada donde respiro y pienso, la soledad donde me sumo pero también el libro que leo por la mañana. Inclusive el despertar del sol y la esperanza. Por eso extraño tu cuerpo, arcilla entre mis manos. Tus glúteos que se quedaron quietos, tu sexo que se impregnó en mi dedo, tus senos que se incendiaron luego, tus besos que fueron lava en mis labios. ¡Todo!... eres tú, por eso nada se parece a tu cuerpo.
Nada se parece a tu cuerpo, lejano quizás y a la vez tan cerca de mi mano.
- Autor: el poeta irreverente (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de marzo de 2011 a las 08:47
- Comentario del autor sobre el poema: Hay veces que la melancolía me lleva a extremos y el sentimiento fluye como el agua, así me sucedió ayer que escribí estos poemas, sin embargo son desemejantes entre sí.Espero les gusten un fuerte abrazo a mis amigas y amigos del foro.
- Categoría: Triste
- Lecturas: 155
- Usuarios favoritos de este poema: Sergio Jacobo "el poeta irreverente"
Comentarios1
Me encantaron Esa nostagia lírica que apasiona por la profundidad en el manejo de la palabra . Sobresaliente los tres. Saludos desde Puerto Rico
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