Las diferencias entre países son cuestiones que, en algunos rincones del mundo, se resuelven a través del uso de armas de fuego. Otras naciones, en cambio, utilizan su poderío para callar aquellas voces que atentan contra sus intereses y/o cultura y hasta existen territorios capaces de todo con tal de imponer la superioridad de sus líderes.
Las presiones del gobierno de Pekín sobre numerosos escritores y periodistas, las controversias entre el presidente venezolano Hugo Chávez y varias personalidades del mundo literario, la medida adoptada por las autoridades iraníes para impedir la publicación de un libro de Gabriel García Márquez y el encarcelamiento de un autor y traductor por haber criticado al gobierno sirio demuestran que, en muchos países, no se puede vivir en libertad.
Si bien los mencionados son hechos cuestionables que no deberían existir, ambas partes involucradas tienen posibilidades de defenderse. Ahora bien, ¿qué ocurre cuando esas medidas tomadas por los gobernantes de una nación recaen sobre un objeto?
Para evitar confusiones y ser precisos con la información, centremos la atención en un caso concreto. Según ha difundido la agencia AP, en estos últimos días las autoridades de Afganistán resolvieron arrojar al río cerca de mil libros que habían sido enviados desde Irán ya que, a su entender, resultaban ofensivos para los suníes.
Como consecuencia, varios comerciantes de Kabul vieron perjudicada su economía al perder tamaña cantidad de ejemplares pero, lo que es peor, también se destruyó la posibilidad de miles de lectores de acceder a la lectura.
De acuerdo a los datos proporcionados, ese material ya perdido ofrecía información sobre la historia y las creencias de los chiís, una temática que, en palabras del gobernador Ghulam Dastagir Azad, representa un peligro mayor «que cualquier bala del Talibán». Como era de esperarse, los libreros no tardaron en dar a conocer su versión sobre lo que ocurrió y aseguraron ser víctimas de la discriminación.
Frente a esta realidad, sólo hay lugar para una reflexión: el poder enceguece. Si no fuera así, las autoridades no tendrían motivos para limitar las lecturas y, en caso de hacerlo, podrían elegir un destino más provechoso para los libros y no callar su contenido a través de la destrucción.
Comentarios1
Por esta y muchas otras razones yo opino que la persona que adquiere poder aunque sea por 10 minutos y de una nación entera debe saber controlarse y sobrellevar ciertas situaciones, ya que como líder debes ofrecer soluciones para problemas populares y satisfacer siempre lo que el pueblo desea y necesita, y la lectura, variedad y difusión de ideas y creencias es una de ellas. Pero algunas personas no permiten eso porque quieren establecer una idea determinada que ellos siguen, de ahí es de donde nace la dictadura y este caso en particular y a mi parecer es un ejemplo de dictadura religiosa y literaria. El pueblo necesita alimentar su mente y ejercitarla. Si tu fe está firme ningún otro comentario, sugerencia o crítica de ningún tipo debería llevarte a la disminución de la fe, en tal caso el error no sería de la persona que hizo el comentario sino de aquella persona que cometió la falta y permitió que a lo mejor, solo a lo mejor, una acción se interpretara de una manera errónea. ¿Estaré en un error con esto?
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