Superó los cien años de existencia, como testimonio de su paso por este mundo dejó una producción literaria de enorme valor cultural y ahora le ha llegado el momento de descansar eternamente: el traductor y escritor español Juan Eduardo Zúñiga ha fallecido hace algunas horas en suelo madrileño.
En palabras de su colega Luis Mateo Díez reproducidas por El País, la muerte se ha llevado a un “distinto”, a un “realista alegórico” que supo destacarse como “el más ruso” de los prosistas de España. Fernando Aramburu, en tanto, compartió en Twitter una imagen con libros de Zúñiga para anunciar que este “maestro” ha partido “para siempre”.
Una nota de El Correo firmada por Miguel Lorenci, por otra parte, describe al creador de “Misterios de las noches y los días” y “El coral y las aguas” como el “decano” de las “letras españolas”. Juan Eduardo fue, de acuerdo a este artículo, un “patriarca” de carácter “huidizo” que prefirió el bajo perfil y concebía a la literatura como herramienta para reconstruir la memoria.
Ante la noticia de su deceso se multiplican los elogios y la exaltación de sus méritos como exponente del ámbito literario, pero lo importante es haberle transmitido a tiempo lo admirado que era. Por fortuna, así sucedió en 2016 cuando lo recompensaron con el Premio Nacional de las Letras Españolas como agradecimiento por haberle dedicado su vida “a las letras” y haber cultivado con maestría el ensayo, el cuento y la traducción.
Tampoco se puede olvidar que, en otros tiempos, este hombre que nació el 24 de enero de 1919 celebró también la obtención de galardones como el Premio Salambó, el Premio Nacional de la Crítica y el Premio Nacional de Traducción. Por su prolífica carrera y su incansable trabajo como escritor, Juan Eduardo Zúñiga merece que, en su ausencia física, se siga apreciando y difundiendo su obra.
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