Ni Bob Dylan, ni Adonis, ni Haruki Murakami: el flamante ganador del Premio Nobel de Literatura, ese galardón que año a año genera múltiples expectativas y pone en carrera a numerosos autores de distintas nacionalidades, es el escritor sueco Tomas Tranströmer.
El jurado encargado de conceder este estímulo que en su edición anterior quedó en manos del peruano Mario Vargas Llosa expresó en su fallo que el responsable de títulos como «Para vivos y muertos», «El gran enigma» y «El cielo a medio hacer» es digno merecedor del Nobel por su extraordinaria capacidad de aportar «un fresco acceso a la realidad» por medio de «imágenes condensadas y translúcidas».
Una apoplejía sufrida hace ya varios años, señala el diario «Clarín», dejó a Tranströmer sin la posibilidad de hablar, pero esa dificultad no le impidió por estas horas agradecer a través de su entorno más cercano el honor que ha recibido.
Por su parte, su hija Paula indicó a los medios que el poeta recibió la grata noticia con serenidad y resaltó que, si bien el Premio Nobel constituye para él una «gran liberación», su padre siempre intentó mantenerse al margen de las especulaciones ya que prefirió priorizar y darle importancia a sus lectores.
Una vez conocida la identidad del flamante destinatario de este reconocimiento dotado con diez millones de coronas suecas (1,47 millones de dólares), las opiniones y las repercusiones se multiplicaron a lo largo y ancho del mundo.
Su colega Carlos Pardo, por ejemplo, fue uno de los intelectuales que respaldó la elección y no tuvo reparos en hacer público su parecer.
Para algunos, con el triunfo de Tomas Tranströmer se ha hecho un poco de justicia. Otros, tal vez algo más decepcionados por tener otros favoritos, quizás crean que los fallos del Premio Nobel de Literatura son injustos. Incluso, habrá quienes se muestren escépticos o critiquen el proceso de elección de los ganadores. Esto es algo que siempre ocurre tras el anuncio del ganador y es lógico que suceda, pero nada ni nadie podrá opacar una única realidad: que el protagonista de la jornada es Tomas Tranströmer porque ha conseguido ver recompensada su labor literaria a través del Premio Nobel de Literatura, un privilegio de pocos.
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