Para el común de la sociedad no parece ser extraña la comercialización de libros fuera de las librerías. La oferta aparece a diario, en diversos espacios públicos y con miles de títulos al alcance de los amantes de la literatura.
Pese a que la mayoría sabe (o, al menos, sospecha) que esa actividad posee algunos puntos oscuros que ayudan a entender el porqué de la significativa diferencia de precios entre un libro adquirido en un comercio especializado y otro comprado en un puesto callejero, pocos respetan el trabajo de los involucrados en el sector editorial y así es como la industria sufre las consecuencias.
De acuerdo a la información reproducida por el diario «Clarín», la Cámara Argentina de Publicaciones estima que, en la actualidad, existen cerca de 800 obras editadas de forma ilegal, de las cuales hay cerca de 1.200.000 ejemplares falsificados.
Frente a esta realidad, asegura el organismo, los editores se ven obligados a recortar de forma significativa el valor de sus productos y, como consecuencia, llegan a perder por año unos diez millones de dólares.
Consultado acerca de este fenómeno que amenaza al ámbito librero, el presidente de la Comisión de Antipiratería de la Cámara Argentina de Publicaciones, Rodolfo Blanco, sostuvo que estas prácticas se incrementaron en la última década, en especial en lo que a best-sellers respecta. «Sin ningún temor a equivocarme, aseguro que los cincuenta títulos más vendidos están todos pirateados», expresó este hombre antes de agregar que dichos trabajos pueden llegar a costar un treinta por ciento menos que los originales.
Por su parte, Carlos Pazos, quien se desempeña como vicepresidente en la Fundación El Libro, reconoció que, muchas veces, es difícil descubrir casos de piratería.
Lamentablemente, quienes se dedican a estas tareas por fuera de la ley no son castigados como deberían, razón por la cual el delito se propaga y los efectos negativos se acrecientan para la industria. Ante esta situación, sería conveniente que todos reflexionemos antes de dejarnos tentar por rebajas o precios «regalados» ya que, en este caso, al aceptar esos costos insignificantes a cambio de un libro que nos interesa, estaríamos atentando contra el trabajo de aquellos que dedicaron tiempo, esfuerzo y conocimientos para crearlo.
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