Hay libros que fueron paridos en la debilidad y en la opacidad, porque así funciona, por cierto, el otro lado de la literatura.
Pero hay otros que han venido a la luz del día para generar conciencia y reflexión entre los lectores.
Un texto disparador de conciencia es, indudablemente, Tape Porã, de Mirella Cossovel de Cuellar, de nacionalidad italiana, quien llegó al Paraguay con sus padres en el año 1947.
La obra literaria lleva el sello editorial de Arandurã.
Estamos ante una novela fluida, de estructura bien definida y sostenida, que nos pone ante una situación dramática, urgente, y muy tocante a nuestra cotidiana realidad: la de los manipulados por los líderes partidarios, quienes se ven cada vez más reducidos a un estado de pobreza y de sofocamiento, conforme va creciendo la violencia y la manipulación por parte de sus avivados «dirigentes».
Los diferentes artilugios del ejercicio del poder sobre los débiles muestran el lado más miserable y también más condenable del ser humano.
El lector tomará conciencia del estado de retroceso hasta situaciones límites, presentado en el texto, pues los hombres, las mujeres y los niños que vienen, bajo el efecto de la presión en colectivos hasta las plazas, lo van perdiendo todo. Y todo es todo. En el caso de Justino y su esposa Elisa, y las pequeñas Emily y Valentina, esta nueva plaga social instalada en nuestra sociedad va llevándose no solamente sus aves, su caballo, elemental herramienta de trabajo, su plantación y hasta el mismo techo que les da cobijo, sino además, y lo que es más desolador, sus propias ilusiones y esperanzas.
Es así como uno viene a presenciar una situación de desarraigo, de pérdida casi de la propia identidad, en muchas familias que caen presas de los instigadores de turno.
Las perspectivas de una vida digna, de acceso a un mundo donde pueda ser tenida en cuenta, parecen haberse cerrado para siempre para Elisa, quien, embarazada, y con su pequeña hija, Emily, siempre sorprendida ante la sordidez de las circunstancias que se dan ya en su pueblo como en las plazas, va de aquí para allá, con la mirada perdida, ausente…
Ha comenzado la historia, excelentemente narrada, por cierto, con el rescate de Emily y su hermana, por parte de dos asistentes judiciales y una jueza del menor. Las pequeñas son enviadas a un albergue para niñas en situación de riesgo.
Y la otra historia, que motivó a la autora a escribir Tape Porã, está relacionada con un hecho verídico, pues yendo al parque a caminar, le llamaron la atención una mujer en estado de gravidez y su hija, ambas sucias, hambrientas y abandonadas a su suerte. Mirella Cossovel de Cuellar evaluó la situación y entregó un pan a la mujer, que rápidamente se lo dio a su hija. Esta escena habría de impactar muchísimo, por cierto, en su ánimo.
Se lee lo siguiente: «Recogí mis cosas y me alejé caminando, pero por mucho tiempo no me abandonó la sensación de que podía haber hecho más por esos dos seres desvalidos. La imagen de esa mujer y de esa niña me hizo recordar a los personajes de Los miserables, la famosa novela de Víctor Hugo. Este encuentro me inspiró a escribir esta novela».
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