Se ha presentado recientemente la Revista del PEN Club del Paraguay, con el sello editorial de Servilibro.
El texto corresponde a la edición N.º 20, lo que habla claramente de su elogiable continuidad en un medio en el que la cultura tiene todavía escaso protagonismo. Se trata de una edición especial en homenaje al Bicentenario de la Independencia Nacional.
Por demás importante es el ensayo, con secuencia cronológica, “Aproximación al mundo Roabastiano”, de Antonio Pecci, que, según mi visión particular, nos aproxima no solo a la obra y a algunas reflexiones del maestro, sino además a la sicología, al carácter, a ese verdadero propósito y esfuerzo humano que fue nuestro Premio Cervantes 1989.
En sus muchas visitas al escritor, al amigo, ya en el exilio, en Buenos Aires, Pecci ha tenido la gran capacidad de hacer una suerte de seguimiento de su personalidad, descubriendo en ella facetas, registros inesperados.
Melancólico es el poema “Para mi muerte”, de Renée Ferrer: Para mi muerte quiero/ aquella tarde lila/ y aquel sol declinante/ y esa tímida insinuación de las estrellas/ sobre el patio.
Por otra parte, el cuento “La maestra de Isla Margarita”, de Margarita Prieto Yegros, tiene, mediante un valioso logro lingüístico, el poder de ubicarnos en un pueblo, en una época puritana, y en una situación idílica de ribetes juguetones y sorprendentes: el casorio entre una maestra bizca y un cura párroco.
Posee sabor a sencillez, a gente nuestra, de tierra adentro, a cosas lindas y cercanas a los sentimientos este relato muy bien cerrado.
El ensayo relacionado con la narrativa paraguaya del último cuarto de siglo, escrito por Teresa Méndez-Faith, arroja muchas luces sobre la producción literaria de nuestro país y se constituye claramente en un valioso material de lectura que ayuda a comprender los núcleos temáticos recurrentes presentados en las obras de quienes hacen narrativa. Escribe la autora en estos términos: “El núcleo de temas que incluye el de la dictadura y el de la figura del dictador, igualmente estrenados en ‘Yo El Supremo’, está también muy visible en la narrativa de las últimas dos décadas”.
“Producción literaria paraguaya en el exilio”, de Emi Kasamatsu, penetra en el sentimiento desgarrador del exiliado, registra su proceso de adaptación y producción en un suelo extraño, para concluir con una afirmación al parecer irrebatible hasta la fecha: “Lo cierto es que las obras literarias desde el exilio siguen siendo las mejores, las más leídas y analizadas en el país y tal vez las más conocidas entre los lectores del exterior”.
Integran con sus obras la revista los siguientes poetas, ensayistas y narradores: Delfina Acosta, Princesa Aquino Augsten, María Eugenia Ayala, William Baecker, Gladys Carmagnola, Renée Ferrer, Iván González, Luis María Martínez, Domingo Rivarola, Fumino Tsuru, Abelardo de Paula Gomes, Efraín Enríquez Gamón, Víctor Jacinto Flecha, Emi Kasamatsu, Lorenzo Livieres B., Teresa Méndez-Faith, Antonio Pecci, Genaro Riera, Nelson Aguilera, Maribel Barreto, Catalo Bogado Rolón, Juan de Urraza, José Pérez Reyes, Óscar Pineda, Margarita Prieto Yegros, Guido Rodríguez Alcalá, Lourdes Talavera.
Cementerio de pájaros azules
A mis hermanas Selva Dolores, Haydeé y Oli
Había seguramente picaflores
y bichitos de luz aquel octubre
de mariposas insubordinadas,
de pájaros azules,
de susurrantes cañas y colinas
verdes, iluminadas en la cúspide
por esa refulgente estrellería
de guiños –clara lumbre–
que permanece idéntica en mi patio
por amor y costumbre.
Quizá la cruz del Sur, tras el visillo
de encabritadas, andariegas nubes
curioseaba, al abrirse los capullos
en belleza y perfume,
o ayudaba a nutrirse a las espigas
con esa generosa certidumbre
de quien jamás elude ancestrales pactos
indisolubles.
Así vio el destrozado campanario
y aquel cortejo fúnebre
salir de tras los vidrios empañados
de sostener en vano su quejumbre
y marchar en penumbra
al sembradío de cruces.
Afortunadamente para mí,
aprendí la lección, y aquel octubre
de bichitos de luz, de mariposas,
de nostalgias y perfumes,
mora detrás de esta colina, en este
cementerio de pájaros azules.
Gladys Carmagnola
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