Llanero (I)

Primera parte de la novela corta «Llanero», por Teresa Domingo Català.

I

La primera niña muerta apareció cerca del río Seco, que ya hacía mucho tiempo no contenía agua alguna. Nadie sabía si ése era su verdadero nombre, o era un apodo poco imaginativo que las gentes del lugar le habían dado a aquel cauce pedregoso y sucio.
Era un paraje abandonado, cerca de la cueva grande, lleno de malas hierbas, con muchas flores silvestres, sobre todo margaritas y amapolas. La gente no solía ir por allí, sólo los jóvenes que escapaban de la férrea disciplina de los mayores paseaban por la ladera, camino de la cueva.
Aquellos días, sin embargo, eran una excepción. Había desaparecido una niña, de nombre Gedda. Tenía unos ocho años, y era hija de una de las más queridas familias del pueblo. Gedda era una niña muy obediente, pero era una criatura al fin y al cabo, y ninguno de los miembros de la expedición que la buscaba esperaba, en ningún caso, encontrar un cadáver. Porque en Llanero los robos, las violaciones, los asesinatos, no existían. O sería más apropiado decir que no habían existido hasta el momento en que Lul, uno de los hombres, encontró un bulto desmadejado justo en el centro del cauce del río Seco.
El cuerpecito de la pequeña Gedda presentaba evidentes signos de una violencia extrema. Tenía los pezones arrancados y una rama oscura penetraba su pequeño sexo. Alrededor del cuello tenía marcas precisas de unas manos adultas, marcas que hablaban de que la muerte se había producido por estrangulamiento
Cuando Lul vio el cuerpecito tardó unos minutos en reaccionar. No había antecedentes de muertes violentas en el pueblo. El hombre no podía asimilar fácilmente haber encontrado a la pequeña Gedda asesinada de aquella manera atroz. Primero se agachó, luego miró sin comprender realmente un rato que a él le pareció muy largo, para después empezar a gritar con una voz que no parecía la suya.
Los otros hombres, que como Lul llevaban sombrero y traje negro, se acercaron al centro del cauce del río Seco, donde estaba el cuerpecito mutilado de la niña. Su sorpresa y su espanto no fueron menores que el de Lul. Ellos también tardaron un lapso de tiempo en asimilar lo que sus ojos veían sin que la sombra de la duda les pudiera distraer.
Nadie dijo nada en unos minutos densos, espesos, cargados como nubarrones de una tormenta que se avecinara con todo el poder de su máquina destructora.
Después Gaz, el alcalde de Llanero, que estaba allí como uno más, indicó a Nozh y a Lul que cogieran a la pequeña y la llevaran al pueblo, pero antes la cubrió pudorosamente con su propia chaqueta.
Se encaminaron en silencio, tras los dos hombres que trasportaban el cadáver. Parecían una comitiva fúnebre, y en efecto, eso es lo que eran, una partida que regresaba con el peor de los resultados posibles. Cómo decirles a Genisa y a Miru que su pequeña Gedda había sido asesinada.
En Llanero no existía policía ni lo que solemos llamar juzgados. No había administración de justicia en aquel lugar alejado de la mano de Dios, situado en un país quizás imaginario, quién lo podría saber. Como ya hemos dicho, en Llanero no existían los delitos, por lo menos hasta la aparición de la primera niña muerta, así que, en consecuencia, tampoco existían los cuerpos encargados de la represión de los mismos.
Los hombres pisaban las flores, caminaban lentamente, como si no quisieran llegar al pico de la ladera donde se extendía el pueblo.
El recorrido se hacía en una hora, quizás en menos tiempo si uno se decidía a pasar por los túneles. Era verano, aunque las gentes vestían igual sus trajes y sus vestidos largos, como si el calor no les disuadiera de sus viejas costumbres. El sol giraba poco a poco en el cielo, y los pasos de la comitiva todavía eran más lentos. Querían retrasar el momento todo lo que les fuera posible, como si todos los hombres que la componían tuvieran el mismo pensamiento. Dejaron atrás el cauce del río Seco, dejaron atrás las flores silvestres. A ninguno de ellos se les ocurrió hacer un pequeño ramo de margaritas y ponerlas en homenaje a la pequeña Gedda, que sólo iba cubierta con la chaqueta del alcalde. No cogieron ni una sola flor, sólo el sol, sólo los pasos rítmicos, sólo los pensamientos, que giraban en torno a la imposibilidad de haber encontrado el cuerpo vilmente asesinado de una de las niñas más queridas del pueblo.
Nohz no podía creer qué pudiera ser verdad, y eso que él mismo estaba llevando, junto con Lul, el cuerpecito de la pequeña asesinada. Todas las niñas corrían peligro, cualquier niña del pueblo podía correr la misma suerte que Gedda. Gedda había sido una niña modelo. Sabía coser, a su temprana edad, y ayudaba a su madre en las labores de la casa. Nunca salía sola, así que era un misterio cómo pudo atacarla su asesino. Porque había un asesino suelto, pensaba el alcalde, que veía como su chaqueta oscilaba encima del cuerpo muerto de la niña. ¿Y quién podría ser ese asesino? Alguien del mismo pueblo, porque forasteros en Llanero no había nunca. Pero ese nunca iba a ser también pronto rebatido, porque los acontecimientos en Llanero iban a cambiar, desde ese mismo instante, para remover las entrañas del pueblo.

Más información sobre Teresa Domingo Català

Comentarios8

  • rosa maria bifulco

    Requeriria mas informacion sobre este libro, megusta su narrativa, pero aqui en Caracas, lugar donde vivo no se sabe nada del autor.
    Soy profesora de Literatura y estoy muy interesada en cualquier informacion sobre el autor y el texto

    Muchas gracias

    Rosa Maria

  • Teresa Domingo

    Amiga Rosa María, soy la autora de este texto. Te doy mi e mail:

    [email protected]

    Espero que me escribas.

    Y gracias por tu interés en mi novela.

  • Diana

    la verdad es que me impacto bastante tu histori, es verídica? porque lo parece, la verdad es que estoy llena de sensaciones. Excelente narracion

  • ANA PATRICIA

    hola que tal esta bien interesane su naracion de la historia me llamo mucha la atencion espero que sigas asiendo muchas mas. y que Dios la bendiga.bay

  • Silvio

    He leido con mucho interes el principio de "Llanero", y me doy cuenta que es una obra muy interesante y encaja dentro de la sociologia contemporanea. Quisiera leer toda la obra, pero no sé si está en venta acá en Lima( Perú) donde vivo. También he leido algunos de tus poemas, son muy bellos.FELICITACIONES.

  • Teresa Domingo

    Gracias Silvio, la novela se irá publicando aquí, en el blog de Poemas del Alma a capítulo por semana, más o menos, como hacían los escritores del siglo XIX. No está en venta porque no está publicada.

  • Nora

    Dios! te deja con un dolor en el alma, con ganas de saber mas. La verdad no conozco a la autora pero tiene una narrativa que atrapa.

  • albert ramos

    el hombre es tan tierno y falso el hombre a veces cuerdo a veces basto
    orgullo y machismo ya casi no importa el hermano
    quien sabe de aquellos hombres q son inocentes y q varias veces
    son traicionados
    recuerdo de infancia cuando todo es confianza
    la lucha la idea la dulce ilucion
    joven para creer viejo para negar
    inocencia para caer alegrias para recordar
    a donde llegaremos ¿quien lo sabe ? yo no se
    tu mundo y el mio
    violencia pobreza riquezas encantos
    lujuria engaños ...
    los niños q nacen contando sus pasos ...

    el golpe la herida la gente y las palabras
    q porq lo hacemos ¿ quien lo sabe ? yo no se ...
    un mundo confuso
    las guerras dicendo muere humano iluso
    hasta donde quiers ir o en donde quiers ser ...
    porq no tomas mi mano y caminamos juntos
    porq no bebes del agua de paz
    q dios nos da en este mundo ...

    [email protected]



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