Imaginemos un aula llena de adolescentes, de jóvenes que, en su mayoría, no pasan los dieciocho años. Toses, murmullos, bromas, pero en contrapeso, clases o cátedras dictadas por un profesor, en este caso un vate licenciado en Teología y Filosofía Pura.
Nicolás de la Carrera, poeta español, ha escrito un libro de poemas donde plasma sus experiencias, sus enseñanzas impartidas sobre la Biblia a jóvenes estudiantes. Él tiene la misión de desarrollar charlas sobre el cristianismo. La política religiosa es la más difícil de todas las políticas. Pero Nicolás de la Carrera, hombre instruido en la palabra bíblica, acerca a sus discípulos una enseñanza que apuntala hacia el mensaje redentor de Jesucristo, hacia la fe cristiana. Su diaria tarea consiste en levantar la credibilidad de Dios ante chicos agnósticos, chicos que creen en Dios, Alá, Buda (poco importa para el caso, finalmente), o chicos ateos. El profesor y poeta se embarca, cotidianamente, en tratar de disipar las dudas existenciales que confunden, algunas veces, a sus alumnos.
Sus poemas muestran oficio, entendimiento del ritmo interior (son tan musicales, por eso, ciertamente), sencillez inmediata, presta para revelar las dudas, las alegrías y las tristezas del corazón humano. Desde la perspectiva de la esperanza y de la experiencia, su poesía resuma holgadamente equilibrio, calidez, convencimiento, projimidad, amor a la vida. A través de sus versos van desfilando las complejas historias personales de sus alumnos. Este texto es un encefalocardiograma lírico de su existencial compartir con los adolescentes. Puede notarse el intento del poeta, del hombre, del pastor de almas, en sembrar alguna creencia y en disipar tanta indiferencia manifestada como un desgaste temprano y purulento en su “rebaño”. Nicolás de la Carrera nació en Madrid, en 1935. Es hijo del célebre poeta Nicolás de la Carrera del Castillo. Su libro Aula de Plata se caracteriza por la sencillez y la transparencia de su mensaje.
¡Fuego de Dios: pupila incandescente
de amanecidos ojos, primavera
de rosas por el cráter de la cera,
pascual latido! ¡Oh llama, oh nube ardiente
lloviendo azules besos en torrente:
agua lustral! ¡La tierra jardinera
ya brota un vino nuevo en borrachera,
un blanco, luminoso, pan crujiente!
¡El aire sobre todo: aire festivo
de playa -lumbre y pez-, brisa al acecho
de sus Manos de sol, su Aliento vivo!
¡Oh Pascua joven: fe, cariño, bulla!
¡Un solo corazón, un solo pecho
respirando jazmines de aleluya
Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)
Comentarios4
Buen poema para una buena entrada.
Magnífico soneto, sí.
Saludos.
Cómo puede alguien, enseñar que hay un dios. Se puede intentar enseñar o inculcar la fe; la poesía, en cualquiera de sus formas o en todas ellas, es una muestra de ello. Enseñar a amar, enseñar a sentir un sonido, un paso, una huella...
En cuanto a religión, es mejor enseñar la visión de todas las culturas. En cuanto a dios... dios, es amor.
Gracias.
Un abrazo.
Bello Articulo para trabajar con alumnos que se encuentran
en la adolescencia.
En busca de su identidad.
saluditosss
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