Conozco a Teresa Domingo desde aquella lejana Mostra Oberta (1998) convocada por la Tertulia de Poesía Mediona 15. Nos dimos allá cita casi un centenar de poetas del más variado pelaje. Tere Domingo, entonces muy joven, ya emanaba un aura poética que se ha ido confirmando. Alberga en ella una variedad de registros que denotan que para ella la escritura es algo más que una afición, es una pasión, un modo de vida.
Se produce un viaje desde Iris de sombras a Loliloquios, un viaje arriesgado ya que los tonos, de uno y otro poemario, son diametralmente opuestos. El primero es lírico; el segundo, épico; el segundo es lúdico; el primero, serio;… Es como desplazarse de San Juan de la Cruz a lo más juguetón de Quevedo, y es que nuestras mentes albergan –y lo tendrían que hacer con elegante comodidad– un sagrario y una taberna.
Cortázar, en un poema, que ha pasado por bastantes escenarios, sacaba de sus casillas a unos cuantos/ que todavía creen en la poesía/ encasillada en su vocabulario/ lleno de compromisos con lo abstracto. Y se mofaba de aquellos que veían a la literatura como una dama muy seria. Traigo a estas líneas sobre la obra de Tere Domingo las de Julio Cortázar por rendirle tributo a los veinte años de su muerte que se cumplen en este febrero en el que escribo y por destacar la potencia de juego del poemario al que preceden mis palabras.
Se habla de poemas menores, de divertimentos,… He leído estos poemas como si Martirio me los estuviera cantando, como en «La sevillana de los bloques» con mi chandal y mis tacones/ arregla» pero informal; como si escuchase en un cabaré «La diva del Empire»; o a la Nacha Guevara dando guerra; supongo que Kurt Weil y todo lo demás; la Massiel que envenenó a los tres maridos; la Guillermina que quiere que Johnny le haga daño; Gloria Fuertes y sus ripios; convertir el «Fumando espero», del manlleuense Viladomat, en «El fregando espero».
Este poemario hace comunidad, con bastante más trabajo, con un libro mío inédito aunque ya público «El pez en la chistera» (El título es del amigo, y riguroso poeta, Juan González Soto). Son muchas las conexiones que adivino, los dos manifestamos un conflicto con los números romanos. En un momento dado mi pez (no llamado Wanda, ni hombre pez) dice: En lo único que se parecen mis poemas/ a las rimas de Bécquer/ es en los números romanos. Decididamente antirrománticos los dos. Eso sí, Teresa Domingo conoce y domina el soneto, sabe ser sutil si quiere, y sabe andar con las patas de elefante del ripio, ese tono popular, ese registro vulgar, vulvar, que nos puede enviar su resina si estamos desprevenidos.
Teresa Domingo, Licenciada en Ciencias Políticas, conocedora, por tanto, del análisis marxista de la realidad nos envía términos como «Relaciones objetivas» que, tan inmersos como estamos en este capitalismo fagocitante, nos deja perplejos porque poca es la esperanza de que advenga algo distinto. El discreto encanto del consumo nos atrapa a todos y hasta los submundos están conectados vía satélite. En definitiva, ES DURO TENER PROBLEMAS Y/ QUE NADIE TE LOS RESUELVA.
Habrá quien lea estos poemas sin escucharlos, frunciendo el ceño, yo alabo el riesgo por el que transcurren y porque pueden ser el garfio que enganche –como a mí me engancharon ciertos poemas de Alberti a la poesía– alejados de la encorsetada y abstracta poesía que dicen no entender.
Por fin, pa» empeza» a lee» lo» Loliloquios de Tere Domingo Catalá recomiendo tene» puesto en laparato de música, uséase, el loro, la versión de l»Alber» Pla del «Walk on the wilde side», de Lu Rid.
Tomàs Camacho Molina
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