Deseo suponer que Teresa se acordará bien de cuándo me invitó a colocar mis palabras delante de sus versos, este atolondrado ejercicio en prosa que devendrá prólogo. Era una lluviosa noche de invierno, esa estación desasosegadamente caprichosa en Tarragona, que a veces llueve a veces nieva a veces nada a veces pasa por delante sin decir que ya se ha ido. Al invitarme incluía —aunque ella no lo pensara, y ella no lo pensaba— un compromiso, el que ella ha decidido contraer con la poesía.
En qué lugar se sitúa el discurso poético. Acaso le corresponda el ámbito de lo prohibido, lo impredecible o lo inconveniente. Quizá su índole sea la permanencia en extramuros, una zona cercana a la locura, o una especie locuaz de lo intangible. Qué verdad, o augurio, o indefinible con-sunción pretende desvelar quien escribe versos y poemas. Por qué construye nuevos símbolos. Por qué reelabora los ya existentes y los formula de nuevo. El libro de poemas de Teresa —tal vez porque es el primero que publica o, y esto es más seguro, porque llega después de una larga maduración en el exiliado sosiego de los cajones— es una declaración; una afirmación que ya es definitiva. Además, junto a esa declarada confesión, tengo para mí que Teresa nombra al lector en no pocos de sus ver-sos. Y el lector deberá mostrarse a cada página. Esa designación dirigida hacia el lector, ese señalamiento, muy lejos de aturdirle, le llevará a situar el discurso poético de Iris de sombras en sus más acordados contornos, en su más delimitada naturaleza.
Que la poesía de Teresa es poesía verdadera, y que a través de sus ver-sos se manifiesta como poeta verdaderamente, deberá resolverlo el lector, claro, pero el lector —ya lo dije— habrá de mostrarse para que su dictamen tenga algún sentido, para que su juicio pueda ser tomado en cuenta. ¿En qué deberá consistir esa suerte de epifanía? En cuanto a mí atañe —no poca cosa, soy el primer lector (por orden de lectura)—, he de mostrarme. Ahora lo hago.
Muchos de los versos que ha escrito Teresa bien los hubiera querido para mí, bien los quisiera míos. Desconozco los mecanismos que llevan a la culminada elaboración de un verso, nada sé de sus alentadas maquinarias animadas, de las recónditas venas por que avanza, de los mínimos y complicados resortes que manifiestan su perfección o la deciden, de los sutilísimos hilados que restañan su tejido, su preciso refinamiento. Pero sé dónde la lograda verdad dormita o parpadea: El dolor es un niño sin palabras, dónde queda cautivada para siempre la belleza: La carne desnuda cuando habla, dónde lo inaudito se proclama en claridad restallante: El día es un dios pequeño, dónde ya para siempre uncidos caminan de la mano vocablos impensados: Vendrá la luz con el silencio, dónde tembló el pulso pero las palabras no temblaron: El dolor tañe las campanas que incitan al suicidio.
Teresa se nombra a sí misma en sus versos, sí; y a esa delicadísima y compleja operación se ciñe la verdadera poesía; quien la logra es poeta. Pero al lector también nombra.
He de hacer alguna confesión, éste es lugar idóneo para decir buena parte de lo que siento; además, según va dicho, el lector debe mostrarse, y en ese quehacer estoy. Muy a menudo me pregunto qué cosa pretende la escritura de unos versos, en qué íntimo lugar anida esa voluntad innominada, pero del tamaño de un grandísimo empeño. Nunca hacemos lo suficiente para conocernos, ni unos a otros ni nosotros mismos. Los muros con que nos rodeamos no sólo nos esconden, también a las palabras que pronunciamos (que quizá fueran las únicas que posibilitaran conocernos). Los ademanes y la supuesta luz con que nos investimos son azogue que nos convierten en espejos deformantes, en imágenes deformadas. La ira, esa forma apasionada, diminuta e irritante del miedo, nos aleja de los otros. Tan sólo nos interesa aprender cuanto justifica o garantiza nuestra huida hacia adelante, cuanto sanciona nuestra despreocupación o nos proporciona una mordaza con que sellar la boca de los otros o la propia. En fin, somos débiles metáforas contra la muerte, desvencijados y caminantes edificios de metáforas echados de bruces ante la muerte que nos crece dentro, no otra cosa somos que el eterno disfraz que nos imita. Unos a otros nos vemos para, después, desconocernos. Todo esto es doloroso, es muy doloroso. Pero hay que decirlo, hay que nombrarlo, para tenerlo fuera, para verlo desde fuera, para, aun-que después volvamos a huir, aunque después volvamos a calzarnos, de nuevo, algún otro disfraz que nos represente, habernos sabido verdaderos mientras lo nombrábamos. Este libro de poemas ha decidido nombrar esa recóndita galería de sombras que, desde luego, somos. Teresa ha elaborado esa representación. La calidad de lo representado dependerá de la hondura con que el lector se muestre a sí mismo ante los versos de Teresa. Será capaz, entonces, de circundar los límites del poemario. Pero antes —no vendrá mal repetirlo— habrá aceptado la designación prevista y que tal vez le corresponde.
Los poemas de Teresa te aguardan detrás de este párrafo final. El libro que te espera luego designa a ese lector que eres tú mismo. Los dedos como estambres de sus versos te están señalando ya. Te harán mostrarte humilde en tamaño; pero tal vez te eleven en conocimiento, no en aquiescencia (vacía tus bolsillos de esa calderilla), sino en develamiento (costosa operación en que habrás de involucrarte). Y ármate de sutil paciencia, una sutil paciencia arbolada en respiraciones y de pájaros. Buscarás la belleza. La encontrarás a cada paso. Teresa la ha sembrado para ti, y no sin dolor. Porque a la belleza se asciende con dolor, con ese dolor que se agranda a medida que se huye de él.
JUAN GONZÁLEZ SOTO
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El Centro Cultural de México
Invita a la presentación del Libro de poesía erótica y fotografía conceptual de Rogelio Ramírez Cartín.
El evento será el próximo miércoles 22 de Noviembre a las 7 p.m. en dicho Centro, ubicado 300m Sur de la Subarú en Los Yoses, San Pedro de Montes de Oca.
Comentarán la obra: JULIETA DOBLES, GERARDO BOLAÑOS y JACQUES SAGOT, quien además engalanará la velada con su ejecución musical al piano.
Se mostrará la colección de fotografías que componen la obra. Al final un vinito para regocijarse del Arte.
me gusto mucho
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