Fue presentado al público la novela de Antonio Salum Flecha, El secreto de Madame Lynch. La obra lleva el sello editorial de Criterio Ediciones.
El autor del texto es un reconocido historiador. Tal vez una de las muy válidas razones que lo llevó a escribir esta historia novelada es que aguarda que las cenizas de Madame Lynch sean depositadas, con motivo del Bicentenario de la gesta emancipadora, en el Panteón Nacional de los Héroes.
Leí la historia novelada con agrado. Ella tiene fluidez, desenvoltura y circunstancias inesperadas que van despertando el más vivo interés del lector.
El libro recrea las lecturas de las cartas que había dejado la concubina del Mariscal a su amiga Eduvigis Strafford.
En el piso de un edificio de la calle Blanca nº 2 de París, Elisa Alicia Lynch había fallecido, víctima del cáncer, y en la más absoluta pobreza, el 23 de julio de 1886. Ella, cuyo apellido derivaba de la provincia Linchester, en el Reino de Irlanda, donde se fundó la casa Solar Schnnock Lynch, y que fue la compañera del Mariscal López, presidente del Paraguay, había sido enterrada en una fosa pública de un cementerio parisino.
Federico Loel, hijo de Elisa Alicia Lynch, accedió a aquellas cartas que llegaron a manos de Eduvigis. Y es así como va conociendo los distintos párrafos, algunos heroicos, otros muy tristes, algunos de tinte amoroso, de su madre. Por ejemplo, aquel casamiento con el Dr. Quatrefages, quien presionaba a su esposa para que mantuviera relaciones amorosas con el conde ruso Alexandrovich Meden.
Y el enamoramiento a primera vista casi del Mariscal López, ministro plenipotenciario del Paraguay en París y Londres. «Escogí entonces para encontrarnos, al despuntar el alba, frente a la puerta principal de la Mezquita Mayor, desde donde nos dirigimos hacia una hostería para turistas que se hallaban al paso. Y allí, mi querida Eduvigis, tras confesar nuestros respectivos sentimientos, nos amamos apasionadamente».
El autor de libro, a través de esas cartas, hace llegar al lector el padecimiento que aquella mujer que frecuentaba salones bailables en París conoció al lado del hombre que amaba, el Mariscal, cuando el Ejército paraguayo era solamente una delgada fila de hombres enfermos y hambrientos.
Esta es la historia novelada de los días tristes de la Lynch, quien en las ocasiones en que intentaba regresar al Paraguay para recuperar las propiedades y terrenos de su pertenencia, debía postergar su viaje al país, pues los paraguayos amenazaban con lincharla.
Antonio Salum Flecha nos muestra a una mujer que no solamente sobrevivió al dolor de enterrar al Mariscal con sus propias manos y de ver morir a su hijo Panchito en manos del Ejército brasileño, sino que también soportó el odio de la prensa extranjera.
Qué destino el suyo.
Cruzar el océano Atlántico, y luego, tras una larga guerra, que en los últimos tiempos tuvo episodios dantescos, regresar con las manos vacías.
Madame Lynch no solamente se propuso ser la compañera infatigable del Mariscal durante la guerra contra la Triple Alianza, sino que, entera, luchó contra los que vilipendiaron y dieron muerte a Francisco Solano López. Se trataba de defender la causa nacional, la soberanía e integridad territorial. Coraje no le faltaba.
La novela entra en el tramo final con la reivindicación que Juan E. O»�Leary hace del Mariscal López, cuando ya surgen los lopistas y los antilopistas.
El autor del libro destaca una expresión de la historiadora nacional Concepción Leyes de Chaves, en su libro Madame Lynch. «Esta irlandesa gravita la misma sentencia que entenebreció la vida de la cristianísima reina de Escocia, María Estuardo, esa especie de maldición de que «nada de lo que haya empezado por ella y para ella resulta bien jamás».
Consejo Poético
La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras.
¿La emoción? Pídela al número
que mueve y gobierna al mundo.
Templa el sagrado instrumento
más allá del sentimiento.
Deja al sordo, deja al mudo,
al solícito y al rudo.
Nada temas, al contrario,
si en el rayo de una estrella
logras calcinar la huella
de tu sueño solitario.
Comentarios1
Bello artículo sobre "El Secreto de Madame Lynch", precioso.
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