Nacemos con la capacidad de mirar pero con el tiempo entendemos que más valioso que ver es observar, es decir, llegar al alma de las cosas y de los acontecimientos en busca de su significado oculto. Existen numerosas y monumentales obras en la historia de la literatura que bucean en torno a este tema; y sin embargo, seguimos escribiendo y reformulando esa mirada porque nos resistimos a creer que todo esté ya escrito.
«Formas de la niebla» de Miguel Ángel Manzanas (Editorial Adeshoras) es un libro que avanza sobre esa línea e intenta reconstruir el mundo conocido partiendo de la idea de que la Historia ha sido un invento y que importa más la forma en la que miramos que el espectáculo que rodea a las cosas. Se trata de un poemario compuesto de canciones que nos guían a través de un recorrido filosófico y estético que reúne cualidades interesantes sobre las que escribo a continuación.
Partir del fracaso
«Formas de la niebla» es un libro compuesto de dieciséis cantos cuyo hilo conductor es el fracaso y la necesidad de contar lo mismo desde otra óptica el mundo que todos conocemos. El poeta parte de la idea de que la Historia (ese cuento de hadas que ya no da más de sí) es una falacia y que es necesario y urgente reinventar la noción de las cosas. Apoyándose en Rimbaud, con un epígrafe extraído de «Una temporada en el infierno», Manzanas nos avisa que lo que tenemos entre manos es un libro que trabaja sobre la importancia de redefinir la idea del amor, así como también del resto de los modelos de comportamiento social y afectivo que desarrollamos a lo largo de la vida. Y lo hace con una visión que apuesta por un lirismo bien definido, que va de figuras concisas y bien visuales a imágenes abstractas y deviene en poemas-cantos muy bien amalgamados.
En este punto quiero señalar uno de los aspectos más llamativos del libro: su forma. Se nota un cuidadoso trabajo en la voz que conduce de un canto al siguiente que dota a todo el poemario de homogeneidad y permite una lectura fluida y placentera. Esto, sin embargo, en ciertos momentos puede jugarnos en contra porque parece como si la música de los poemas se repitiera, y cuando ya tienes unos seis cantos leídos puedes saber sonoramente hacia dónde se dirige el siguiente. De todas formas, el hecho de que el libro tenga esta consistencia en cuanto a su estructura, es algo muy valioso, por lo que parece un perjuicio inevitable, y posiblemente bien justificado.
La luz en la curiosidad
A lo largo de la lectura nos encontramos constantemente con esa sensación de vacío que impone el derrumbe de las creencias. En muchos poemas se percibe la confusión, el deseo ansioso de llegar a algo pero la certeza de que no hay sitio donde hallarse a salvo. Así, aunque la noche puede resultar el refugio más adecuado para tal incertidumbre, la soledad y el desamparo que en ella vivimos nos avisan de que ella no nos comprende. Esa es la idea que flota sobre la mayoría de los poemas y que se estira hasta el final, como una densa niebla que flota sobre toda la obra.
No obstante, no es un libro afincado en la negatividad sino que busca ir más allá de eso. La necesidad de continuar en pie buscando, indagando, poniendo en práctica la capacidad de observación nos demuestra que no somos individuos capaces de bajar los brazos, porque la curiosidad nos impulsa a continuar con esa búsqueda, y en el fondo estamos convencidos de que en algún rescoldo habrá luz, aunque sea una pequeñísima llamita que reavive nuestra ilusión. Sobre esa luz también se posan algunos poemas, o sobre la necesidad de dar con ella y eso otorga al libro esperanza y brillo.
Dicho todo esto, los animo a leer este poemario donde estoy segura podrán encontrar un huequito de luz, porque después del fracaso de la Historia, lo único que nos queda es trabajar duro para redefinir los contornos con los que explicamos el mundo.
FORMAS DE LA NIEBLA
Miguel Ángel Manzanas
Editorial Adeshoras
978-84-946848-0-7
48 páginas
11 €
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.