Con esta premisa estalla «La casa de la fuerza» de Angélica Liddell (La uÑa RoTa), un objeto literario lleno de crueldad pero también de certezas. Es un libro que reúne tres piezas maravillosas de Angélica Liddell; una de título homónimo, que es una de sus obras más reconocidas, y otros dos textos inéditos e imprescindibles.
Aunque Angélica Liddell es conocida por sus inquietantes y valientes puestas en escena, es importante señalar que tiene un exquisito manejo del lenguaje: la capacidad inaudita de llevar las palabras por los hilos de nuestra médula y conmovernos de un renglón al siguiente. Haber comenzado a leerla con este libro creo que fue acertado, y me temo que reincidiré con esta artista, porque he quedado obnubilada.
ANFAEGTELSE O LA ANGUSTIA DEL AMOR
La angustia que paraliza el cuerpo, que impide un desarrollo normal de las habilidades amatorias y emocionales, es uno de los puntos claves de esta primera pieza. Con esa sentencia: mi madre no me amó y me convirtió en un monstruo que se aferró a todo lo que pudo, que exigió más amor del que era capaz de sostener en sus brazos, que se volvió loca por un poco de afecto, arranca una obra que nos interna en un viaje espeluznante a nuestras propias emociones. Es un texto con un entramado doloroso y duro de digerir; que te lleva casi al deceso, pero que, como dice Nuria Ruiz de Viñaspre, no llega a matarte.
A medida que avanzamos en la lectura de esta primera parte aparece ese deseo extraño de salir de la angustia y reconstruirnos, que nos lleva a creer que realmente las cosas pueden mejorar: una reflexión rotunda movida por el deseo de supervivencia, que niega aquello que es irreparable y que nos empuja perseguir la luz de forma incansable.
Estas tres piezas ponen en palabras las causas de los conflictos: la punta del hilo del dolor, de la violencia, del desamor, de la tristeza, del engaño. En Anfaegtelse se evidencia esa carencia de amor materno en la infancia que nos convierte en criaturas eternamente dolidas y dolientes, incapaces de entender el lado magnánimo de las cosas. Hombres y mujeres que no cesan jamás en esa búsqueda del amor, porque tienen la ciega certeza de que en verdad nadie puede querer esto que «no amó nuestra madre». Sin duda una obra contundente, que no deberían dejar de leer, de la que he transcrito prácticamente cada página, y la que más me ha gustado de las tres.
TE HARÉ INVENCIBLE CON MI DERROTA: EL CUERPO Y EL ARTE
Esta segunda obra es un texto para Jackie, la invencible, Jacqueline du Pré, una de las violonchelistas más importantes del siglo XX que debió dejar la música por problemas de salud. A través de diversos recursos estilísticos que se parecen a las notas alargadas de un violonchelo, que se suceden sin pausa, que parecen estrecharse como lo hace la mano de Angélica con la de Jackie, para recordarle que no está sola. Pero ¿acaso no lo estamos todos? El arte exige de nuestro cuerpo lo imposible. Nuestros huesos son nuestra referencia en el mundo; aquello que nos ocurre en el cuerpo y las cosas que él nos narra, repercute en nuestro entorno. Hay un hilo firme que va de nosotros hacia el mundo, pero en algunos casos el lazo que se establece es incierto y hostil.
Angélica, se acerca al dolor de perder el control y reflexiona sobre el don, y la curiosa aleatoriedad que nos lleva a convertirnos en los artistas que somos. Del mismo modo, se postula en constante estado de alerta, porque afirma que no sabemos dónde, cuándo ni cómo, dejaremos de ser esto que nos sirve, que los demás admiran y quieren (o no). Sin duda es un texto durísimo que nos acerca a lo miserables que resultamos ser los seres vivos frente a la naturaleza que hace y deshace a nuestro antojo. Un gesto de humildad frente al universo que siempre viene bien recordar.
LA CASA DE LA FUERZA Y LA VIOLENCIA MACHISTA
Y trastabillando de palabra en palabra, de silencio en comas anuladas, llegamos al clímax de esta obra que es «La casa de la fuerza»; un texto sobre la violencia machista que parece un directo homenaje a las mujeres de Ciudad Juárez, pero también un vaso de agua para todas. Si bien en una primera lectura puede resultar un libro dramático y triste, al releerlo he descubierto que en verdad es un grito de guerra para no dejarse aplacar por las circunstancias.
En esta obra nos encontramos con el aullido rasposo de varias mujeres, olvidadas, golpeadas y sufrientes que asumen su destino, algunas con más resignación que otras. Hay rebeldía y un dolor abrasivo en cada palabra. Es una de las obras de Liddell más aclamadas, y con justa razón. Todas las voces de esta última pieza se unifican en el lamento: «¡Amar tanto para morir tan solos!» Y en él también se fusionan los tres pilares de este artefacto: la infancia malograda, el cuerpo como pilar del arte y los roles que se nos imponen desde que somos niñas.
En esta última parte nos encontramos con la voz de muchas mujeres que viven situaciones de acoso; relaciones amorosas dañinas que las lleva a mirarse a sí mismas en ese pasado de niñas incomprendidas. Y a reafirmar la idea de la herida; porque si no nos enseñan a amar y a respetarnos cuando somos criaturas, ¿cómo habríamos de saber distinguir entre un buen amor y uno construido en base a la fascinación por el propio pasado? Esas son algunas de las reflexiones que se desprenden de las historias de estas mujeres que aprenden a soportar, porque se han dado cuenta de que a veces resulta la única forma válida para seguir, para no estar solas, para sentir que para alguien pueden ser importantes-necesarias. Mujeres que lo empiezan a aguantar absolutamente todo porque confirman las sentencias del pasado en el presente; y se apoderan de las mentiras que existen en torno a ellas mismas y se convencen de que todo esto es justo y necesario.
Y en este punto es inevitable no volver al comienzo. Porque aunque luchemos contra aquello que nos hiere, no podemos negar que lo que somos es en parte el resultado de lo que fuimos, de lo que nos hicieron; del mismo modo que nuestra forma de amar (o no hacerlo) está estrechamente ligada a la manera en la que nos hemos sentido amadas (o no).
«La casa de la fuerza» es un libro maravilloso que nos invita a reflexionar sobre los silencios impuestos para evitar el cambio y nos anima a mirarnos al espejo de nuestros fracasos para empezar de nuevo. Una obra que, a modo de oración, concluye con una voz mitad doliente y medio aterrorizada la contundente sentencia:
¡Lean «La casa de la fuerza» y anímense a zambullirse en una escritura directa y por momentos sucia, para encarar de frente (y de una vez por todas) esos problemas sustanciales de nuestras vidas, de nuestras sociedades, de nuestras niñas dolientes!
La casa de la fuerza
Angélica Liddell
Editorial La uÑa RoTa, 2015
ISBN: 978-84-95291-19-6
144 páginas
15 €
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