El libro Hérib Campos Cervera -El poeta maldito recoge materiales y textos de numerosos artistas y figuras del arte tanto de Paraguay como de España, que se daban cita en el Bar «Berna», allá en Buenos Aires, en la época del exilio.
El autor es Armando Almada Roche, un escritor infatigable, que ha recogido testimonios, entrevistas y anécdotas de José Asunción Flores, Elvio Romero, Augusto Roa Bastos, Carlos Garcete, Hérib Campos Cervera, Nicolás Guillén, Ernesto Sábato, Carlos Federico Abente, Rafael Alberti, Andrés Favaloro, Benito Quinquela Martín, Josefina Plá y otros.
Si ha de decirse que Hérib Campos Cervera era un poeta maldito, uno puede decirlo atendiendo a las razones de ese fuego incesante que alentaba en su espíritu una tristeza casi irrespirable. Sus poemas no son los poemas de un poeta maldito. No. De ninguna manera. Sus poemas muestran a un hombre desnudo, a quien le pesa la lejanía, y a quien le duele la injusticia humana. Comunista, el tinte social trajina por sus versos.
Auténtico barrettiano (así como muchos otros poetas y escritores de su generación), denuncia la explotación que sufre el hombre de su tierra a través de su frondosa publicación periodística y poética.
Su poesía es celebrada por muchos. No hay sino palabras de admiración para Hérib Campos Cervera. Augusto Roa Bastos lo llama su hermano mayor.
Pero ¿cómo es la existencia de este integrante de la generación del 40, en la Argentina? Pues difícil, ya que su trabajo de agrimensor le da poco rédito económico. Antonio Ortiz Mayans, creador del Nuevo Diccionario español-Guaraní, comenta que un día Hérib Campos Cervera aparece por la redacción del diario «Democracia» donde él trabaja. Le pide con urgencia y el rostro desencajado un empleo, pues la situación familiar es difícil.
Ortiz Mayans le cuenta que está vacante un puesto de cronista policial. Es así que el poeta, el autor de Ceniza redimida, el de la melancolía insondable, se enfrasca en un mundo donde la rutina son los robos, los suicidios y los asesinatos. Y sin mayores problemas.
OBSESIÓN
Hérib Campos Cervera es perseguido por la obsesión de la poesía. Escribe en los lugares o sitios más impredecibles. Su mente está fija en la idea poética así como en un puñado de tierra paraguaya.
Hérib es un hombre triste y meditabundo que cuando toma la palabra impresiona a sus interlocutores.
Su conocimiento de las matemáticas es proverbial. Sábato lo admira. Siempre, en compañía de otros escritores paraguayos desterrados y marxistas (Hérib Campos Cervera conoce dos veces el exilio), busca enterarse de los acontecimientos políticos paraguayos. Sus planes y deseos de regresar al Paraguay son, a menudo, el tema ineludible de conversación de sus compañeros de bohemia.
Su poesía es la más clara y perenne de cuanto se ha producido en el Paraguay.
Con el paso del tiempo, su salud se va desmejorando. Como Rilke, su poeta preferido, quien muere después de haberse herido con la espina de una rosa, Hérib Campos Cervera se cree enfermo de rabia, diciendo que un gato salvaje lo ha mordido.
El Dr. Carlos Federico Abente descarta esa «leyenda» echada a rodar. El caso concreto es que el autor de Ceniza redimida fallece en la soledad de un hospital ferroviario, en los brazos de una amiga entrañable, Micaela Cárdenas, «Lita».
Este libro de Armando Almada Roche es un milagro en su conjunto.
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