Dice Arthur Schopenhauer que el único error innato que tenemos los seres humanos es el de creer que estamos aquí para ser felices. Durante toda su historia la filosofía ha intentado explicar esa persecución obstinada a la que nos lanzamos las criaturas bípedas hacia ese objetivo que parece siempre lejano. Y en ese intento de llenarse de preguntas se ha tropezado reiteradamente con otra dificultad, la de definir con certeza lo que la felicidad es. A esas mismas inquietudes nos lleva «Hombres felices», de Felipe R. Navarro (Páginas de Espuma), una obra que escarba en lo profundo sin olvidarse de la importancia de los matices y la elección de la palabra exacta (si acaso existiese), y que nos fuerza a la risa con la misma fluidez con la que nos hace llorar.
Criaturas que se empeñan
Un turista al borde del abismo que empuja una piedra pesada hacia arriba. Un corredor que se lanza a perseguir fronteras con la ilusión de atravesarlas (o unirlas). Un escritor que intenta ponerse en la piel de una mujer que escribe y al que se le terminan las palabras (o le gana el silencio). Un padre que juega con su hijo a la pelota y recuerda que él nunca fue hijo. Estas son tan sólo algunas de las muchas historias (vidas) a las que asistiremos al abrir este libro. Algunas de estas criaturas están al borde de la infelicidad y se comen todo el cuento recordando otro día, otro momento; otras, aunque están más cerca del tedio parecen más hábiles de disfrutar una gota de luz, una taza de café. El punto en el que estas criaturas se encuentran es en esa necesidad de palpar la vida en toda su dimensión porque, como dice Navarro, nadie puede ser ajeno a su propia memoria o a sus deseos.
Al leer estas páginas nos enfrentamos a esas mismas preguntas en primera persona. El miedo a la muerte, a la demencia, a la falta de amor, a la soledad, y también el temor a lo que no podemos predecir pero que puede venir acompañado de gozo. Sobre lo impredecible se posan estos personajes, confiando en ese carácter aleatorio que tiene la vida y que, sin duda, es lo que la vuelve más interesante.
Pero no se dejen engañar, Felipe no ha respondido a esa milenaria inquietud. Lo que nos ofrece es un juego de palabras: hombres infelices que descubren que en otra época quizá rozaron la felicidad pero ya no pueden repetir ese tiempo y hombres felices que se sienten desgraciados. Quizá, movido por la frase de Tawfiq Al-Hakim que apuntala este libro, quiso demostrar que todos podemos ser tan felices o infelices como nos lo propongamos y que la única forma que tenemos de saber lo que es la felicidad es viviendo cada segundo.
Escritura-arquitectura de esquinas
Hay en la escritura de Navarro un notable interés por las esquinas. Ese tiempo al que no le damos importancia y esos instantes en que nuestra mente vaga movida por un aroma, una luz, un deseo, aparecen reiteradamente en los cuentos. ¿Qué sucede en nuestro cuerpo cuando la luz lo atraviesa? ¿Adónde van esos sonidos que dejamos de lado? Felipe se detiene en las obviedades y las cuestiona ora con sarcasmo, ora con una pizca de pesismo, y por momentos con la frialdad de un juez. A ratos parece desesperarse, deseando convertirse en un brutal protagonista que se lleva por delante la historia, que la destroza, hasta que finalmente decide calmarse y continúa la escritura. Hay en su voz un reservado empeño por ordenar las cosas (quizás esto responda a su vínculo con las leyes) y, al mismo tiempo, un deseo tácito en darlo vuelta todo (eso, seguro, se lo debe a la literatura).
La escritura se atraviesa por estos cuentos como si fuese una barca que empuja el cuerpo (el libro) hacia un adelante cada vez menos cierto pero que parece iluminarse de a ratos por la felicidad. Sin pasado ¿pensaríamos que el futuro puede ser feliz?, esta pregunta reincide sutil en varias de las historias y se enfrenta a la rutina: ese postureo necesario que activamos los humanos para asegurarnos de que lo que hay debajo de nuestros pies no puede moverse. Una cotidianidad que nos obliga a crear estructuras gigantescas cuya misión es sostenernos (familia, trabajo, veraneos). Pero ¡ahí está! siempre aparece un escritor inquieto, una persona poco estable, que se hace la maldita pregunta (y a veces, la formula). Una criatura como el protagonista de «Notas para un debate sobre la arquitectura de interiores» que se asoma a la posibilidad de ver lo que todos se empecinan en tapar, el cuarto del fondo.
En ese empeño por nombrar lo que se esconde, no sé si Navarro es capaz de vislumbrar la felicidad pero al menos, consigue abrazar una escritura sincera y llena de color. Y pienso que esa es una de las principales cualidades de su prosa: la claridad al servicio de las circunstancias, el lenguaje a disposición del estilo (entendiendo por estilo al único modo posible de contar cada historia) y la razón fundamental por la que no deberían dejar de leer este libro. Y llegada a este punto y acogiéndome al pensamiento de Germaine de Staël me atrevería a decir que este libro-edificio ha ofrecido algo de dicha a su autor; Stäel dice que la felicidad consiste en hacer un buen uso de nuestras facultades.
Los matices y la mirada
Los apasionados de las leyes tienen una forma muy particular de enfrentarse a la escritura. Me fascina la extraña combinación que ha hecho Valeria Tentoni de literatura y leyes; su juego con las normas, con los nombres, con los artículos. En el caso de Navarro también hay mucho de eso. Y es curiosa esa aleación que consigue entre el deseo rotundo de construir un mundo donde haya una estructura sólida y justa y la literatura que siempre empuja los límites, mucho más allá de la propia razón.
Y esos matices que trabajan a raya ambas disciplinas se pavonean en estas páginas, como experimentos fallidos en una mesa de laboratorio. Y se estrellan contra los cristales-frontera para correr el límite de la cordura, y acaso descubrir que la felicidad son esos chispazos de luz que a veces se encienden y evitan el tarareo y nos devuelven a una época en la que fuimos felices. A los matices sin duda les debemos grandes momentos: porque es la causalidad, la presencia de lo inoportuno e imprevisto, lo que nos renueva la ilusión en otros mundos, y acaso en este. Y también es gracias a los matices que escritores como Felipe son capaces de amasar las palabras como si fuesen hojaldre y llenar de aire los sentidos.
Nos construimos como-con metáforas y mentiras para continuar, porque la felicidad no es alcanzable pero continuamos siendo tan estúpidos como aquellas criaturas a las que observó el filósofo Schopenhauer o de las que Freud dijo algo parecido (parecer estúpido o serlo son las únicas formas según él en que se podía ser feliz). Y seguimos, porque lo único que tenemos en mente, realmente lo único que de verdad nos cautiva y nos quita el sueño, es la supervivencia.
¡Lean «Hombres felices» y disfruten de esos matices sin los cuales no tendríamos vida y mucho menos, literatura!
Hombres felices
Felipe R. Navarro
Editorial Páginas de Espuma, 2016
ISBN: 78-84-8393-195-0
120 páginas
14 €
Comentarios1
Qué buena pinta!. Tes, gracias por tenernos siempre informados de las novedades.
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.