La gran infortunada

Elisa Alicia LynchElisa Alicia Lynch fue, es y seguirá siendo, una figura histórica motivadora de polémicas. Puede decirse que la mención de su nombre provoca, dentro del contexto de una discusión, o de una revisión de los libros de historia, acusación o defensa, pero casi nunca, indiferencia.

Mucho se ha escrito sobre la compañera del Mariscal Francisco Solano López, y se ha entrado, la mayoría de las veces, en el desacierto, pues ella ha sido y es -naturalmente- ligada siempre a un pasado de guerra, que arrasó al Paraguay y dividió a los paraguayos en lopistas y antilopistas.

Quedan los recuerdos, las menciones minúsculas sobre sus hábitos sociales, que aprendimos de niños, en los colegios, y en las conversaciones con la gente adulta.

Valga el ejemplo siguiente: impuso el hábito de las escupideras en las reuniones sociales porque en aquellos tiempos suyos, los hombres, poco educados, acostumbraban escupir, relajadamente, en el piso. Otro ejemplo: popularizó el baile conocido vulgarmente como londón carapé.

Imposible es pasar por alto aquella versión fantástica que le atribuye el uso, en una ocasión especial, de un vestido adornado con cientos de luciérnagas. Imagine el lector cuánto fulgor, cuánta sensación de realeza habrá provocado su iluminada presencia en los salones bailables.

En el libro La gran infortunada (Alicia Elisa Lynch), edición póstuma de la escritora Josefina Plá, se puede acceder a documentos históricos de indudable valor. El material literario fue publicado gracias al sello editorial de Criterio Ediciones y a la gentileza de la biblioteca “Pablo VI” de la Universidad Católica “Nuestra Señora de la Asunción”.

Josefina Plá transcribe, entre muchas cosas, su reseña biográfica, que considero oportuno recordar al lector: “Elisa Alicia Lynch nació en 1835 en Cork, Irlanda. Casó muy joven con M. Xavier Quatrefages, después famoso antropólogo. Divorciada o separada de él, se traslada a París, en circunstancias no bien determinadas. Allí conoce a Solano López. Unos meses después del regreso de este a Asunción, llega Elisa a esta capital (marzo de 1855) trayendo una criatura de pocos meses, que el Mariscal reconoció como suyo. Se instala en una lujosa residencia, donde recibe las visitas del Mariscal y las de cuantos viajeros espectables cruzaron por Asunción en esos años; pero no figura en actos sociales”.

Josefina Plá señala que se escribieron sobre la Lynch biografías noveladas. Cita a Héctor Pedro Blomberg, argentino; Concepción Leyes de Chaves, escritora paraguaya; William Barret, norteamericano; y Henry Pitaud, francés.

Es fácil suponer que aquella mujer europea despertara en el pueblo, reservado y pacato en viejos tiempos, diversos comentarios (algunos de ellos cargados de prejuicios) y que tales comentarios no debían llegar a oídos del Mariscal.

Sin embargo, cuando se desata la guerra contra la Triple Alianza, y cae López, cae también sobre su compañera y aliada, la ignominia. Los adversarios, que son muchos, no tienen piedad con la viuda. De los chismes, de cuanta cosa se le ocurre decir al vulgo, Héctor Varela, argentino y de profesión periodista, toma apuntes y escribe en estos términos sobre la irlandesa: “Elisa fue compañera de López en las orgías de París, y luego también en las orgías de sangre del Paraguay”. Es fácil llegar a la conclusión de que Varela deseó estimular en el ánimo de los lectores el odio que sentía hacia López, presentando a la Lynch, como culpable, después del Mariscal, de la tragedia que se abatió sobre el Paraguay a lo largo de la Guerra contra la Triple Alianza.

Héctor Francisco Decoud escribe la segunda biografía de Elisa Alicia Lynch. En realidad, estamos ante una segunda biografía de malas intenciones, porque en ella aparece la Lynch “como una loba insaciable, ávida de poder y de oro; una mujer sádica que se goza con la tortura y con la muerte y que despoja a los cadáveres y heridos; no posee siquiera educación o distinción; es una Mesalina desenfrenada que no perdona ni a los moribundos, lindando con la necrofilia”.

Un ser humano que muere a los cincuenta y un años en París, que entierra con sus propias manos a su compañero y a su hijo mayor caídos en el campo de batalla, que muere en la miseria, es Elisa Alicia Lynch. Le tocó el infortunio de ser la compañera de un hombre que hasta ahora sigue despertando pasiones encontradas. Hasta la fecha, verla como una simple mujer de carne y huesos, es tarea imposible. La leyenda y la historia la apartan de toda condición humana.

Para Josefina Plá, la irlandesa es y seguirá siendo, entre todas las mujeres enamoradas que acompañaron los pasos de un héroe americano, “La gran infortunada”.

Escrito por Delfina Acosta en el Suplemento Cultural del diario ABC (Paraguay)

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