La Guerra Grande en imágenes

guerra-grande…Y fue así, que en el transcurso de más de una década, como el coleccionista Javier Yubi logró reunir 18 cartones numerados, es decir, páginas de enorme valor histórico correspondientes a un álbum de la Guerra de la Triple Alianza. Ese álbum, que es el recorte fotográfico de lo que se dio en llamar en el Río de la Plata la guerra de Paraguay, se dispersó para su comercialización en Argentina, Brasil y Paraguay. Los despojos de un país martirizado, que amontonó cadáveres de miles de hombres, mujeres y niños, fueron, en sus rasgos más acentuados, a conformar un lote de fotografías que parecieran seguir enfrentando el análisis estricto de los historiadores. Javier Yubi publicó tales registros en su libro La Guerra Grande. Imágenes de una epopeya.

El itinerario numérico que terminó en la localización de las fotos nos dice que, de aquellos cartones numerados, dos fueron encontrados en Río de Janeiro, dos en Asunción y catorce en Buenos Aires. Todas las fotografías, originales desde luego, vienen a conformar en este álbum un precioso escuadrón del recuerdo, que moviliza nuestras más sensibles raíces de paraguayos. Paraguayos herederos de la desgracia y la gloria al mismo tiempo.

Abra, señor lector, el álbum, y se encontrará también con algunas minutas, o imágenes de un pasado opulento, como por ejemplo una vista de la calle Palma, en la esquina de 14 de Mayo. Puede apreciarse en dicha imagen, la residencia de Benigno López (hermano del mariscal López), en primer plano. Más al fondo, es posible observar la fachada de la cúpula inconclusa del Oratorio de la Virgen de la Asunción. Ah…, qué días aquellos. Qué suspenso candoroso y pleno de vida en el aire. Se presta el escenario para un epígrafe pintoresco, pues sobresale un pequeño grupo de personas que observan curiosamente el movimiento profesional del fotógrafo.

El fotógrafo Bate, que era un empresario muy conocido y respetado por esa época, envió a sus fotógrafos, para los que obtuvo salvoconductos y permisos especiales, a cumplir una misión de tinte dramático, pero de inspiración profesional digna de un trofeo. En efecto, los que cumplían oficios para la firma Bate, acompañaron al Ejército Aliado en su campaña contra el Paraguay. Obviamente, una sola necesidad, una primicia, los movilizaba: captar las imágenes que aportaran un rico material fotográfico de ese despliegue de hombres uniformados que tenían la finalidad de acabar definitivamente con las tropas de nuestro país.

La primera colección de fotografías que se obtuvieron en esos campos de espanto y de terror fueron publicadas en agosto de 1866. Nueve imágenes componían el lote que vio la luz en un periódico llamado El siglo, de Montevideo, Uruguay.

Era el fotógrafo Javier López quien demostró mayor agalla y capacidad de resolución en el campo profesional. Los lectores, expectantes, seguían las crónicas fotográficas paso a paso. Se logró editar veintidós fotografías (un triunfo de la tecnología para la época) que despertaron, con seguridad, todo tipo de rumores y comentarios en la sociedad de Montevideo.

Aquellas imágenes que mostraban más originalidad y fidelidad fueron divulgadas masivamente por la prensa y son las que se conservan actualmente en la Biblioteca Nacional del Uruguay.

Nosotros no hubiéramos tenido un álbum ni cosa que se le parezca, si no hubiera existido una voluntad poderosa y firme, la de Javier Yubi, que juntó en un tiempo determinado esos materiales de tanta presencia histórica en su colección.

Al rememorar la Guerra Grande, el pensamiento, emotivo a veces, vaga apesadumbrado por los trágicos sucesos que costaron la vida de niños héroes en los campos de Acosta Ñú.

¿Qué podían hacer esos pobres mártires ante un rival que los sobrepasaba en cantidad y dotación de armamentos?

El pensamiento común se remonta a la figura del mariscal Francisco Solano López, que para muchos historiadores representa el perfil consagrado del heroísmo del pueblo paraguayo.

Muchas, innumerables son las personas que piensan, al venir a su mente la historia de la Guerra Grande, en una guerra sin cuartel y sin documento fotográfico, y ahora vienen a enterarse, mediante esta colección de fotos originales, sobre la existencia de un pasado, nuestro pasado, estampado en imágenes.

A través de las fotografías, que apuntan a las aristas, a los factores dominantes de una situación, se puede tener una visión más amplia sobre la guerra contra la Triple Alianza.

Todo comenzó así: Al tener conocimiento de los actos de agresión de Brasil, en 1864, en territorio uruguayo, el mariscal Francisco Solano López temió que el afán expansionista de Brasil llegara también a nuestro país.

Tal vez no ocurriría eso.

Tal vez sí.

El caso es que, declarada la Guerra, estaba echada la suerte de Paraguay.

Y aquí están las fotos, como testimonios vivos, de un acto de sangre, que hubiéramos deseado nunca heredar.

Ah…, aquella foto que muestra la misa, muy concurrida por cierto, en Paso de Patria, cuando corría el año 1866.

Y esas otras imágenes, correspondientes a las ruinas ya, de la Comandancia (Plaza), que fuera objeto del Bombardeo de Paysandú.

Escalofriante es el octavo montón de cadáveres paraguayos (Potrero Piris) registrado en 1866 por Bate y Cía.

En las ruinas de Itapirú se observa una suerte de páramo, de desierto que se acumula, polvo sobre polvo, vacío sobre vacío, y una vaca, acostada, replegada sobre su hambre.

El mensaje de Javier Yubi es humano: añadir un cúmulo de fotografías que pudieran servir para honrar a los miles de hombres, mujeres y niños que cayeron ante el enemigo sin una palabra de rendición en sus labios.

Un alto jefe militar argentino preguntó a sus oficiales: «¿Por qué hay tan pocos prisioneros paraguayos?», a lo que respondieron: «Porque aun rendidos o mutilados, los paraguayos no se rinden. Los paraguayos pelean hasta morir».

El autor agradece cualquier comentario:

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Domingos

Los domingos había allá una calma
nunca recuperada en otros pueblos.
La palabra añoranza acaso tenga
el sabor de esa dicha irrecobrable.

El color de la vida era el celeste
del cielo abanderado de su pueblo.
Pasaban las muchachas misteriosas
con sus madres. La misa era el destino.

En la plaza los árboles brillaban
bajo el sol eucarístico, en el aire
vibrante de campanas y estriado
por vuelos de paloma.

Mi mundo estaba en una esquina blanca
de calles silenciosas. Las calzadas
temblaban al pasar de los jinetes.
No se oían carretas. Los domingos
descansaban los bueyes en el campo.

En la esquina sombreada por ovenias
los tíos patriarcales, sosegados,
ya desaparecidos hace tiempo
de sus casonas de emparrados patios,
se reunían y hablaban y reían
felices, a la sombra en sus sillones,
con la paz del domingo en la mirada,
y eternos en la fuga de las horas.

Hugo Rodríguez- Alcalá

Comentarios3

  • Elsy Alpire Vaca

    Interesantísma publicación. Gracias.

    • Delfina Acosta

      Saludos, amiga.
      Un abrazo. Siempre al pie del cañón, tú.
      Delfina

    • ELEPE

      Mucho me alegra que, en coincidencia con la celebración del Bicentenario, afloren autores con obras que enriquecen los conocimientos de la historia paraguaya. Debo hacerme un tiempo para conseguir este ejemplar en cuanto esté por la "ciudad de jazmines y azahares". Buen comentario, Delfina. Un saludo cordial.

    • yaila

      Muy interesane tu obra.
      Queda para la historia .
      Adelante, que dios te de cada dia sabiduria y bendiciones .
      FELIZ DIA.



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