Supresión, recortes y análisis ideológicos son algunas de las formas de censura que tergiversaron la obra de Federico García Lorca. En una España ortodoxa y tradicional, el poeta tuvo serias dificultades no sólo para vivir libremente su homosexualidad, sino para asumirla incluso en su vida privada. No obstante, basta acercarse a su obra para toparse con ella, fluyendo mansa como el agua de Aynadamar.
Esta es sin duda una de las razones que provocó que los críticos pudieran trazar un esquema biográfico y poético de Federico ocultando este rasgo de su vida que se encuentra estrechamente ligado (y motivando) su poesía. Así lo expresa sin tapujos Ian Gibson en «Lorca y el mundo gay» (Ediciones B). Una obra en la que hace un recorrido por la vida de Federico partiendo de su gran contradicción sexual, que está estrechamente ligada a su pesar amoroso (la búsqueda de amores imposibles) y a su muerte.
Federico, desde una mirada humana y directa
Es difícil pensar en la vida de Federico García Lorca separada de la de Ian Gibson. La pasión y la dedicación que el hispanista irlandés ha tenido para con nuestro poeta es admirable. Por otro lado, podría decirse que parte de la biografía de Lorca es algo que tuvo que edificarse desde la nada; quiero decir, que después de su fatídico asesinato, fue necesario reconstruir muchos hechos de los que pocos deseaban hablar y otros de los que nadie tenía información.
El trabajo de investigación de Gibson, en ese sentido, ha sido encomiable; de hecho, pienso que él es uno de los pocos investigadores que supo acercarse al Federico hombre con sus miserias y sus talentos. Lo que intento decir es que mientras la mayoría de los demás estudiosos de la obra del poeta granadino se decantan por alabar las increíbles virtudes de Lorca, Ian se enfoca en lo que había de humano en él, porque los genios también lloran.
Llegar a Gibson es arribar a Federico. Asumir sus angustias como propias y atreverse a ir más allá de la magia y del talento, al hombre enérgico que luchaba contra una sociedad en la que no podía ser verdaderamente libre.
Señala Gibson que la única vez que Lorca expresó por escrito su sentimiento homosexual fue en una carta; sin embargo, sus diversas relaciones homoeróticas y casi todos sus versos permiten conocer esa característica del poeta. En «El público», obra producida después de su viaje a Estados Unidos, se reconoce como homosexual y manifiesta la frustración por tener que llevar una doble vida. Salvador Dalí, Emilio Prados, Philip Cummings, Emilio Aladrén, fueron algunos de los hombres-nombres que pasaron por la vida del poeta, la enriquecieron y, algunos con más responsabilidad que otros, la entristecieron.
Lorca, el poeta del mundo
La primera vez que le oí a hablar a Gibson de Lorca me impactó su fervor. Dijo que con Lorca le unía la tierra, porque lo consideraba un poeta de la tierra y que en ese punto sentía que la cultura ibérica y la irlandesa se encontraban. En «Lorca y el mundo gay» Gibson comienza llevándonos a la infancia del poeta, a sus primeros versos donde tierra, arado, clima y aridez son protagonistas. Nos encontramos así con esa ambivalencia que experimentó el poeta respecto a sus orígenes: esa satisfacción de saberse en sintonía con su entorno que se veía eclipsada por las dificultades de comunicación con los humanos con los que compartía infancia. Sin duda esa experiencia de infancia solitaria es la que lo llevó a convertirse en un hombre de mundo, ratificando así esa contradicción emocional
Los dos amores heterosexuales (si pudieran entrar en esta categoría; que es absolutamente cuestionable) que tuvo Federico sirvieron para que la maquinaria de los conservadores tuviera en qué asentarse, y se mantuviera en pie año tras año. A lo largo de las décadas aseguraron que la homosexualidad de Lorca no era tal y que el propio Gibson era un hispanista morboso que centraba la obra del poeta granadino en su condición sexual. Las cosas terminan poniéndose en su lugar, y esos mismos que ayer criticaban esta visión de Gibson, hoy deben aceptar que estaba en lo cierto.
Sobre esos dos primeros amores, ligados a un acercamiento artístico y musical, leemos en estas páginas, y también sobre todos los otros que les siguieron, apasionados, a veces crueles y que marcaron la vida emocional y poética de Lorca.
Hay además en este libro, razones rotundas, y expuestas con la misma claridad de siempre, para comprender que es indispensable aceptar la homosexualidad del poeta para captar la esencia y profundidad de su obra. Su sexualidad es como una columna vertebral que permite explicar e interpretar tanto su obra poética como su teatro. Y hay todavía más, vuelve a decirnos Gibson, también es imprescindible tenerla presente cuando se trata de aclarar las causas-condiciones de su muerte; porque conjugar en una misma persona las inclinaciones «rojo» y «gay» es la única forma de explicar (que no de entender) un asesinato tan misterioso en una persona que ya empezaba a hacerse absolutamente conocida, dentro de la escena nacional y extranjera. Aunque sigue llamando notablemente la atención que, siendo Lorca un hombre con tantas influencias, no haya podido evadirse de este final tan trágico.
Lorca fue un hombre talentoso pero sobre todo abierto, capaz de dejarse embriagar (y transformar) por otras culturas, de interiorizarlas y llevarlas a su terreno. Estaba enamorado de la cultura árabe, y se sentía más moro que español, en sus propias palabras. Fue un poeta árabe que no dudó en expresar su opinión respecto a la toma de Granada en 1492. Dijo:
La lectura hegemónica de un autor heterodoxo
Lorca murió cuando empezaba lo mejor. Tenía planeados varios viajes y también una ópera que llevaría a cabo con Salvador Dalí. ¿Qué habría sido de la poesía, del teatro, de la historia de España si aquel 19 de agosto de 1936 no hubiera ocurrido? Es difícil pensar en él sin hacerse estas preguntas. Más duro comprender que la mirada que se ha hecho sobre su obra se encuentra repleta de censura, sexismo y silenciamientos. Evidentemente hasta que en España no se asuma que esta muerte fue un crimen homófobo no se le habrá hecho justicia a uno de sus mayores poetas.
Estas son algunas de las evidencias que se desprenden de la lectura de un libro exquisito, lleno de bibliografía perfectamente ordenada y fotografías que hablan por sí mismas, y escrito con una fluidez y un candor que enamoraría a cualquiera. Llegar a Gibson es llegar irremediablemente a Lorca; porque tanto si se lee este libro sin conocer al poeta como si lo hacemos desde el conocimiento y la admiración, enloqueceremos por el granadino. Y es que, estoy segura de que como me ocurre a mí, muchos lectores del poeta renovamos nuestro voto cada vez que Gibson nos trae nuevas lecturas-miradas-fotos-cartas que han surgido de las sombras y nos desvela una nueva habitación de la memoria de Federico.
Leer a Gibson es realmente un placer; no sólo por lo que expone sino por cómo lo hace. Hay en su voz una sensibilidad y una frontalidad que te ponen los pelos de punta. Su obra «Lorca y el mundo gay» es una prueba inescrutable de ello. Sinceramente, pienso que leerla puede acercarnos no sólo a la vida amorosa y solitaria de Federico sino también a las características sociales de una época que, a modo de superación, se intenta esconder-olvidar, pero que no se termina de asumir como propia.
¡Lean «Lorca y el mundo gay» para conocer más de Federico y zambullirse en los secretos de una época nefasta pero fundamental para la historia de este suelo querido!
LORCA Y EL MUNDO GAY
Ian Gibson
Ediciones B
978-84-9070-223-9
640 páginas
12 €
OTROS LIBROS QUE HE RESEÑADO DE ESTE AUTOR: «Poeta en Granada. Paseos con Federico García Lorca», «La berlina de Prim».
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