Cuánta curiosidad despierta siempre en el imaginario colectivo la figura de madame Lynch. Ella era la querida del mariscal Francisco Solano López. Su persona fue objeto no solamente de deportación, sino de calumnias y manoseos en los medios de prensa.
En el libro Elisa Alicia Lynch- Cartas y memorias, los lectores podrán tener acceso a las epístolas de una mujer marcada por el sino de la tragedia. El compilador de las cartas es César Ávalos. La obra fue publicada por la editorial Servilibro y contó con el apoyo de Fondec.
Sintiéndose injuriada por la gran mayoría de los paraguayos, y deseando recuperar algunas tierras que el mariscal le había dejado, la Lynch escribió desde el extranjero cartas a mandatarios como Juan B. Gill. Se defendía en esas misivas de las acusaciones de crímenes y de robos. Y no tenía más remedio que defenderse, supongo, pues sabía que al pisar tierra paraguaya le aguardaba un pueblo con sed de hacer justicia por manos propias.
Escribió, entre otras cosas, lo siguiente: «Pero La Tribuna del 26 del corriente me ha obligado a quebrantar ese silencio, pues ella registra una correspondencia datada en la Asunción y escrita en Buenos Aires, en la cual se aseveran los siguientes hechos:
1- Que el pueblo de la Asunción me espera en la ribera para despedazarme, porque no olvida que yo les robé sus alhajas y fui la instigadora de crímenes que cometió el Mariscal López.
2 – Que yo dejé morir de hambre a la señora Gutiérrez y sus hijitas.
3 – Que yo retuve el dinero que se mandó a la viuda del señor Capdevila y que a mi codicia se debe el empobrecimiento del Paraguay.
4 – Que a mí se debe la ejecución de la señorita de Garmendia, de la esposa del coronel Marcó y de Benigno López, como el martirio de las hermanas del Mariscal.
Bien. Tantos años han pasado ya desde que finalizara la guerra de 1870 que es difícil tener una aproximación a la verdad en torno a los hechos que la Lynch consideraba calumnias.
Hay sí una verdad contundente, implacable: Aquella guerra librada contra la Triple Alianza significó la ruina económica y casi el exterminio del Paraguay. Las mujeres fueron despojadas de sus alhajas. El territorio paraguayo quedó desmembrado. …Y sin embargo, ¿cómo juzgar, finalmente, a una mujer que tuvo que enterrar con sus propias manos al mariscal Francisco Solano López y a su hijo? Por otra parte, ¿es posible creer que ella estaba libre de toda culpa como manifestaba en sus cartas? Una simple consideración: ¿tenía el derecho de volver a reclamar las grandes extensiones de terreno que creía eran de su pertenencia? Debe saber el lector que no hago juicio de valor en torno a su persona. Por otro lado, como había indicado más arriba, ha pasado ya tanto tiempo de aquella tragedia colectiva, que el polvo de la historia se vuelve cada vez más espeso e impide tener una apreciación clara sobre la vida y pasión de la Lynch.
El lector no solamente se deleitará con las cartas y memorias de Elisa, sino también podrá acceder a las epístolas de Emiliano López. En líneas generales, las correspondencias giran en torno a los sentimientos de pesar y los pleitos y litigios que el Gobierno del Paraguay hacía por la herencia del mariscal López. He aquí un párrafo de la carta de Emiliano. «He aprendido con mucho dolor los detalles de la horrible masacre de Aquidabán, donde nuestros enemigos asesinaron cobardemente a papá, Panchito y José Félix como también a muchos otros paraguayos. La prensa europea ha caído bastante fuerte sobre esos cobardes asesinos y elogia a los paraguayos que cayeron allí, como verdaderos héroes».
Fuente: ABC Digital
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