¿Quién, escritor, andador de caminos, hombre de personalidad descollante, o ser anónimo, no se ha sentido tentado, alguna vez, de escribir sus memorias, sus experiencias y anécdotas? Los lectores leen con avidez las biografías de los grandes pensadores, escritores, músicos y artistas, para hallar el oro de la historia con que fueron formando su fama que vence el paso del tiempo.
Hay memorias ricas en hechos, en virtudes y en vivencias, que nos trasladan a la vida misma de sus autores, dentro de las respectivas épocas en que pasaron por el mundo.
He leído Memorias, la existencia salpicada de aventuras y desventuras de un personaje llamado François Casabianca. En realidad, al entrar en las páginas del libro, me parecía estar presenciando los capítulos más increíbles jamás contados por un ser humano. Y hasta me atrevería a decir que cierta desconfianza se apoderó de mi entendimiento.
François Matheiu Casabianca nació en el año 1847 en la isla de Córcega. Muy tempranamente, porque tenía un temperamento díscolo (en el Colegio Sainte Marie le fue imposible asistir a las clases, pues sentía más atracción por las peleas y las riñas que por los libros) llegó a comandar un grupo enorme de chicos revoltosos. Organizaba, por diversión, grescas, hasta que llegaba la Policía y lo conducía a la Galera Municipal.
A los trece años, dejando a su madre y a su familia sumidos en el dolor, se hizo a la mar.
El mar iracundo atrapó su espíritu aventurero. Tenía una constitución física admirable y una predisposición innata para la vida marina; por otro lado, su capacidad para ahorrar el dinero de su sueldo, lo ponía -siempre- en ventaja sobre los otros marineros que perdían lo poco que ganaban en borracheras descontroladas.
¿Cómo puede un adolescente, un niño casi, hacerse a la mar, y convivir con hombres rudos, acostumbrados a las riñas y al alcohol? No lo sé.
En varias oportunidades estuvo a punto de perder la vida, pero la conservó sana e intacta, y pudo conocer muchos países, y enamorarse varias veces, y hasta escribir sobre sus romances.
Vino al Paraguay cuando solamente contaba con diecinueve años de edad. Dedicado exclusivamente a los negocios, observó acongojado al desmembramiento del Paraguay cuando el mariscal Francisco Solano López arrastró a un población diezmada y desnutrida a una guerra contra la Triple Alianza.
Presenció la capitulación del Ejército paraguayo en Humaitá, admirando la valentía de los soldados, que alimentados sólo con raíces, se lanzaban una y otra vez contra los aliados, dispuestos a morir por la patria.
Cuenta Casabianca que estando en Patiño Cué pudo levantar un negocio que le dio cuantiosas ganancias. Me refiero a un aserradero.
Adquirió cuatrocientas hectáreas de terreno y puso cincuenta obreros a plantar tabaco.
Tenía veintidós años al finalizar la Guerra Grande.
Se preguntaba si debía casarse o regresar con su familia. Un accidente ferroviario, que casi le costó la pérdida de una pierna, tuvo un desenlace inesperado para él. Estaba ya avanzada la gangrena, y los galenos consideraban que había que amputar con urgencia la pierna, pero nuevamente saltó el espíritu fuerte y batallador de François, quien se negó a la mutilación; con la ayuda de cataplasmas que le suministraban las mujeres que trabajaban en su aserradero, se libró de ser un lisiado.
Entró, porque su negocio casi se fue a pique, en tratos con tres individuos franceses que después le darían mucho dolor de cabeza, además de litigios: Eugéne Dano, abogado, Hippolyte Guette y Félix Ducasse. Robado, estafado, calumniado a través de la prensa, Casabianca consiguió sobreponerse y levantar nuevamente su empresa.
Las memorias de François Casabianca llegaron a publicarse después de mucho tiempo, pues los papeles o apuntes corrieron toda clase de suerte y extravíos.
En el año 1891, fue nombrado por el Presidente de la República, Intendente Municipal de Asunción. Entre sus obras destacadas hay que mencionar, sin lugar a dudas, el reordenamiento del cementerio de la Recoleta. Durante su mandato, se implementaron los impuestos por alumbrado público y por limpieza pública.
François Mathieu Casabianca falleció en Asunción, el 18 de septiembre de 1925. Y el libro con sus memorias ha salido a la luz mediante la voluntad y el esfuerzo de su biznieto, Esteban Bedoya.
Comentarios1
Hay Delfina! que hermoso trabajo te has dado en realizar para alegría de muchos, es muy bello tu artículo!!!Veo con claridad la expresión del bien y el mal en una sola persona según lo que refieres con las vivencia y referencias de ese autor. Es un magnífico ejemplo de grandeza espiritual porque se sobrepuso al gran riesgo de quedarse mutilado, pero confió más en el amor de la gente que lo curó que en la medicina tradicional. Qué bonito! me gustó mucho.
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